sábado, 8 de mayo de 2010

POLTERGEIST 2. EL OTRO LADO

El enorme éxito que tuvo la película Poltergeist, se tradujo en una consecuencia lógica: secuelas y, como suele suceder en las sagas cinematográficas, salvo honrosas excepciones, la idea original va degenerando de forma proporcional al número de secuelas (no hablemos ya de pre-cuelas, que esto ya se suele convertir en algo delirante). En el caso de hoy, tengo que reconocer que esta segunda parte me gustó casi tanto como la primera, algo que no puedo decir de la tercera, pero ya hablaré de ella en su momento.



La empresa no iba a resultar nada fácil, para empezar Tobe Hooper rechazó la dirección de la película y Steven Spielberg tampoco se encargó de la producción, lo que hizo pensar que la película saldría perjudicada. Eso si, Jerry Goldsmith volvió a encargarse de la música. El estreno se produjo en el año 1.986 y, para sorpresa de muchos, de nuevo constituyó un éxito.

El argumento retoma la historia de nuestra familia protagonista, los Freeling, tras los sucesos acaecidos en la urbanización Cuesta Verde. Se han trasladado a vivir a casa de la abuela materna, Jess (Geraldine Fitzgerald). El padre, Steven (Craig T. Nelson), que ha perdido su trabajo, intenta dar un giro a su carrera profesional vendiendo aspiradoras. La familia vive feliz, puesto que se cree a salvo de los ataques fantasmales, además, la ausencia de la televisión crea en ellos una sensación de alivio.

Por su parte, Tangina (Zelda Rubinstein), participa en la excavación que se está llevando a cabo en los terrenos en los que estuvo la casa de los Freeling. Bajo su suelo no sólo existía el cementerio, sino que mucho más abajo se abre una red de galerías subterráneas en las que encuentran los cadáveres momificados de un numeroso grupo de gente de todo tipo: niños, adultos de todas las edades.

Acompañando a Tangina se encuentra un chamán indio llamado Taylor (Will Sampson, al que recordareis por su actuación en “Alguien voló sobre el nido del cuco”), que decide encargarse de proteger a la familia Freeling, sabe que hay “algo” que no descansa y que quiere conseguir a la pequeña Carol Anne (Heather O’Rourke).
 
A raíz de la muerte de la abuela, los sucesos inexplicables vuelven a asustar a la familia, con el añadido de la presencia inquietante del predicador Kane (Julian Beck) un individuo absolutamente terrorífico, que empezará a rondar la casa con un único objetivo: apoderarse de Carol Anne.

En líneas generales, ese es el argumento de la película. Los efectos especiales no desmerecen de su antecesora y los actores, salvo las nuevas incorporaciones, son los mismos en lo que se refiere a la familia protagonista, la madre, Diane, sigue siendo la actriz JoBeth Williams y el sufrido Robbie de nuevo es Oliver Robins (los que hayan llevado un aparato corrector de ortodoncia, se van a sentir muy solidarios con él en algún momento de la película).

Me pareció un mal detalle el hecho de no justificar de algún modo la ausencia de Dana, la hermana mayor. Ha desaparecido (la actriz Dominique Dunne murió asesinada por su novio al finalizar el rodaje de la primera parte) pero no nos dan una explicación, simplemente es como si jamás hubiera existido. Habría bastado con introducir alguna escena en la que su madre habla con ella por teléfono, o algún comentario de lo bien que le va estudiando en la universidad de tal ciudad… no se, me parece un poco torpe por parte de los guionistas.

Sin lugar a dudas, el personaje que me resulta más interesante en esa segunda parte de Poltergeist es Taylor. Curiosamente en la primera película recurren a la “ciencia” para resolver el problema representada por los tres parapsicólogos, cuya labor, sinceramente, es bastante discretita; sin embargo en la segunda parte será la “creencia” la que preste su ayuda a la familia. Esa espiritualidad la representa un chamán indio que vive en un mundo totalmente inmerso en la Magia.


La relación de Taylor con la naturaleza es permanente, además se trata de un individuo animista, lo que quiere decir que otorga alma a todo lo existente (genial su idea de que el coche está enfadado). Para él no existe una línea divisoria tan clara entre la vida y la muerte, algo que resulta difícil de entender para la mente racional de la familia Freeling, especialmente para Steven. En palabras de Taylor: “La muerte nos transforma en otro estado de ser”. Esa idea de transformación, no de final, es una idea muy sugerente y con la que comulgo al cien por cien.

Mención especial merece el reverendo Kane, para mí es uno de los personajes más siniestros que he visto en el cine. Mucho después supe que el actor, Julian Beck, estaba muy enfermo de cáncer y prácticamente no necesitó caracterización para interpretar al reverendo. Falleció al poco de terminar la película.

Mucha gente critica esta película, argumentando que el final es demasiado blandito y ñoño. Todas esas alusiones al amor que se tienen unos a otros y que es su mejor arma contra el mal, a mucha gente le parecen aburridas y poco emocionantes, pero precisamente a mi eso me gusta. Taylor propone a la familia la única defensa posible que es el Amor, como la fuerza cohesiva universal. Un principio alquímico de primer orden.

En esta entrega de Poltergeist, se nos van a desvelar las causas por las que Carole Anne es perseguida y también vamos a conocer a sus acosadores. Y encima, sabremos que la niña pertenece a una saga familiar de mujeres dotadas de facultades sobrenaturales. Es interesante ver la relación que cada una de ellas tiene con sus “dones” mientras la abuela Jess los acepta como un regalo y convive con ellos con gran naturalidad, Diane los niega y rechaza, por miedo y desconocimiento.

Diane no es escéptica, como su marido, pero el hecho de que crea, no quiere decir que acepte; son términos distintos. En la película, los personajes representan a la perfección los grados de creencia y descreimiento que existen en el ser humano.

Hay personas muy escépticas y descreídas, como es el caso de Steven, luego están las personas que creen o que quieren creer, pero a la vez recelan de la creencia, que sería Diane y por último está el caso de quienes creen y aceptan plenamente aquello en lo que creen, que estaría representado por la abuela, Tangina y Taylor. La abuela quiere que Carole Anne aprenda a no temer sus facultades y a incorporarlas a su vida cotidiana, como una habilidad más, sin dar mayor importancia al fenómeno. Está muy bien la escena en la que vemos como la niña acierta los colores sólo por el tacto.



Por último, no nos olvidemos de Robbie, que ni cree, ni deja de creer, pero está abierto a todo lo que suceda, acepta lo que pasa y no se lo cuestiona. No pierde tiempo en sesudas meditaciones, ni rechaza en pleno ningún planteamiento, vive al día, mejor dicho, al momento, si tiene que actuar, actúa, si se tiene que enfrentar a lo desconocido, lo hace. Pero no indaga en la esencia de lo que no conoce, no le interesan las causas, sino los efectos. De vez en cuando intenta entender, pide que le expliquen, pero siente que las explicaciones escapan a su etendimiento, así que no se complica la existencia.

Vuelvo a poner el enlace en el que encontrareis la trilogía completa, que lo disfrutéis:

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