miércoles, 27 de junio de 2018

ROGER BACON. DOCTOR MIRABILIS

Hoy este artículo está dedicado a un personaje por el que he sentido siempre un aprecio especial. Me gustan las personas que creen en lo que hacen, que se entregan a su pasión con absoluto convencimiento, sin importar lo que opine el resto, moviéndose por su entusiasmo y sin desfallecer ni un minuto, aún cuando el entorno sea hostil y sufran la incomprensión de los demás. Me parece bien el sobrenombre con el que se le conoce: Doctor Mirabilis (Doctor Admirable), y más que por su faceta de Alquimista, se merece un huequito en esta sección por su aportación al avance científico de los siglos posteriores y por su carácter humilde e inasequible al desaliento, algo que le hace destacar enormemente en la sombría Europa del siglo XIII.

Se carece de datos concretos sobre su nacimiento, la fecha se sitúa aproximadamente en el año 1.214, y en cuanto al lugar, se cree que es Ilchester, en el condado de Somerset (Inglaterra). Algunos estudiosos de su biografía, datan el nacimiento en el año 1.220. Parece ser que su familia era de posición acomodada, pero por los vaivenes políticos de la época, cayó en desgracia. A pesar de esto, Roger tuvo acceso a los estudios, de hecho en su vida jamás dejó de estudiar, su ansia de conocimiento parecía no tener fin.


Estudió primero en la Universidad de Oxford y posteriormente en la de París. Si Roger Bacon tuvo en su vida un auténtico flechazo, fue al conocer la obra de Aristóteles Una vez acabados sus estudios, ejerció como profesor de arte y conoció a dos personas que serían sumamente importantes para él: Guillermo de Aurvenia, teólogo, obispo de París y consejero del rey francés Luis IX; y Alejandro de Hales, teólogo perteneciente a la Orden Franciscana que desarrolló el concepto del carácter sacramental indeleble del bautismo, la confirmación y la ordenación sacerdotal, que sería recogido posteriormente en el Concilio de Trento.

En el año 1247 regresó a Oxford, entregándose de lleno al estudio de los idiomas y a las ciencias en general, pero especialmente se centró en las matemáticas, pues consideraba que eran la piedra angular de las demás ciencias, una de sus frases más conocidas es “las matemáticas son la puerta y la llave de las ciencias”.

En Oxford estableció una relación intensa con Adam Marsh, intelectual y franciscano; y Roberto Grosseteste, franciscano que más tarde sería obispo de Lincoln (Inglaterra). Este último, tuvo una influencia notable en el creciente interés de Roger Bacon por la óptica. De hecho, una de sus aportaciones a este campo fue la aplicación de la geometría a la óptica. También desarrolló muchos estudios y experimentos destinados a la creación de lentes para la mejora de la visión, aunque no todos pasaron de la mera observación y anotación. En cualquier caso, conviene recordar que estamos hablando del siglo XIII, lo que hace absolutamente meritorio todo el esfuerzo intelectual que realizó.

Roger Bacon tenía una mente científica y analítica, pero al tiempo era un hombre tremendamente piadoso y espiritual, por lo que, probablemente animado por Marsh y Grosseteste, ingresó en la Orden de los Franciscanos, alrededor del año 1256 (no se conoce la fecha exacta). Su integración en la vida franciscana no fue fácil, se mostraba crítico con determinadas posiciones teológicas y su defensa de la filosofía aristotélica no le ayudó precisamente a granjearse simpatías dentro de la orden, ya que Aristóteles era un autor prácticamente proscrito en esa época. Su traslado forzoso a Francia, fue una sutil manera de intentar alejarle de sus estudios y especialmente de influencias intelectuales que se juzgaron perniciosas.

Pero, afortunadamente, no se rindió y aceptó la propuesta del cardenal Guy le Gros de Folques, de la creación de una gran enciclopedia que abarcaría todo el saber científico de la época. Tan ambicioso proyecto tendría que realizarse bajo el más estricto secreto, puesto que la Orden Franciscana prohibía la elaboración de cualquier escrito, salvo que se recibiera un permiso especial que Bacon sabía de antemano que a él no se le concedería.
Pero con el tiempo el cardenal se convirtió en el papa Clemente IV, y volvió a insistir para que se creara la enciclopedia. Fue así como Bacon escribió tres volúmenes que remitió a Clemente IV entre 1.267 y 1.268 que más que una enciclopedia eran un compendio de sus estudios, teorías y experimentos hasta la fecha:
El primero, “Opus Maius” era un grueso volumen que incluía filosofía, ética, teología, gramática de las lenguas bíblicas, matemáticas, óptica y ciencias. Los siguientes: “Opus Minus” u “Opus Secundum” y Opus Tertium, eran una ampliación del primero.

Lamentablemente, el papa Clemente IV falleció en 1.268, así que no sabemos qué habría pasado si hubiese vivido; tal vez Bacon no habría sufrido la persecución vergonzante y sistemática a la que fue sometido por mor de sus ideas. O tal vez sí.

Él siguió escribiendo, experimentando y aumentado la lista de enemigos dentro de su propia orden religiosa, no solo por sus atrevidas ideas científicas incomprendidas por la época, o por su adhesión inquebrantable a la filosofía de Aristóteles, lo que realmente provocó la animadversión de sus correligionarios fue su crítica a la deriva que llevaba la Orden Franciscana, alejándose cada vez más del ideal original de austeridad y por la ignorancia del clero; él proponía unos estudios de teología más serios, en los que se debían ser incluidas las lenguas originales de la Biblia, la única forma que veía de no adulterar las traducciones.

En un pequeño escrito “Espejo de la Alquimia”, que se sepa el primero que ponía a prueba los principios de la química, al menos en la Europa de la época, reflejaba sus amplios conocimientos sobre otro de los temas que estudió con apasionamiento, la Alquimia. Su objetivo, como el de todo buen alquimista que se precie, era tratar de desvelar la transmutación de los metales.

En un libro del año 1.961 de la editorial Luis de Caralt (ya desaparecida) “Historia de la Magia” su autor, L. de Gerin-Ricard nos habla de otra de sus obras:
“En su tratado de las Obras secretas de la Naturaleza y del Arte (capítulo de la Mecánica), Roger Bacon declara que pronto se verán coches sin caballos y aparatos que llevarán al hombre por los aires. Y afirma conocer a los que han realizado estos inventos. Anuncia, además, la “campana de buzo” y el puente colgante”.

Aunque no hay pruebas convenientemente documentadas de ello, se cree que Roger Bacon fue encerrado, acusado por su propia Orden de brujería. Se supone que pasó varios años de encarcelamiento y, tras su liberación, siguió escribiendo y estudiando, como se suele decir “genio y figura hasta la sepultura”. Falleció en 1.294, olvidado de todos, sin discípulos a los que transmitir sus conocimientos pero, y este es el detalle que más me emociona, la muerte le sorprendió en plena creación de su siguiente obra: “Compendium studii theologiae”, que lamentablemente no pudo concluir.

A riesgo de ser pesada, quiero insistir en que tengamos en cuenta en qué época vivió Roger Bacon, siglo XIII, en plena Edad Media, unos tiempos en los que la superstición y la ignorancia eran la corriente predominante y él, contra viento y marea, hacía acopio de libros escritos a mano, de materiales de lo más diverso para sus múltiples experimentos, y muchas veces a escondidas de los otros miembros de la Orden Franciscana. Y si todo esto tiene mérito, más lo tiene aún, el escribir varias obras a mano, entre ellas su “Opus Maius”, un volumen de más de 800 páginas.


 Aparte de lo ya descrito, hizo muchas aportaciones a la ciencia y abrió caminos, que otros personajes tan comprometidos como él transitaron tiempo después.
Por ejemplo estudió el funcionamiento de los espejos esféricos, así como la reflexión y la refracción. Introdujo la fórmula de la pólvora (se cree que tomada de algún tratado árabe) en Europa y se le tiene por el ideólogo de las balas de cañón.
Se le atribuye la invención de los autómatas, precursores de lo que siglos después serían los robots.
Advirtió los errores del calendario Juliano, que más tarde se tratarían de enmendar con el calendario Gregoriano.

Y un aporte que me parece fundamental y que ha sentado la base para el estudio científico es el método experimental, que consiste en realizar experimentos a partir de una hipótesis. En sus propias palabras:
El argumento es concluyente, pero no elimina dudas, para que la mente pueda descansar en la certeza de la verdad, a menos que considere que mediante el procedimiento del experimento”.
“Los argumentos más fuertes no prueban nada, siempre y cuando las conclusiones no son verificadas por la experiencia. La ciencia experimental es la reina de las ciencias y la meta de toda especulación”.

Como nota final, hay quien cree que es el autor del misterioso Manuscrito Voynich , al que dediqué un artículo en su día, http://lapuertadeltarot.blogspot.com/2011/05/el-manuscrito-voynich.html , de hecho, el “descubridor” de esta obra siempre estuvo convencido de la autoría de Bacon, aunque sería complicado por la discrepancia de fechas, ya que Bacon vivió en el siglo XIII y el manuscrito está datado en el XV. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te informo que los datos personales que proporcionas al rellenar este formulario tienen como única finalidad gestionar los comentarios, por lo que no son recogidos ni guardados en ningún fichero.
Más información en la página de Aviso legal y Política de privacidad.