Es inevitable que una buena historia se convierta en una buena novela o una buena película, o en ambas cosas. Siempre me pregunté por qué nadie había tenido en cuenta la historia de la Bestia de Gevaudan, siendo tan intrigante y novelesca. Existían varios libros pero eran más de investigación, yo me imaginaba una novela o, especialmente, una película de acción… el argumento es fantástico y da para muchas recreaciones, puesto que se pueden manejar tantas hipótesis como se quiera.
Por fin alguien, tuvo la feliz idea de hacer una película tomando como referencia la historia de la Bestia de Gevaudan y dejando correr la imaginación. Y fue un director francés el que se atrevió en el año 2.001, Christophe Gans.
Basándose en los hechos acaecidos en la región francesa de Gevaudan a mediados del siglo XVIII, la película recrea una posible hipótesis para explicar la procedencia del monstruo que durante tres años sembró el pánico en la zona. La acción arranca en 1.765, la Bestia lleva un tiempo haciendo de las suyas y el rey Luis XV envía a un botánico, antiguo militar, Gregoire de Fronsac (Samuel le Bihan) para investigar de qué animal se trata y de esa forma saber cómo darle caza.
Fronsac no viene solo, se hace acompañar por un indio iroqués, Mani (Mark Dacascos), el último superviviente de su tribu. Su anfitrión es un simpático marqués que vive en la región, Thomas d’Apcher (Jerémie Renier). Pero nadie va a ofrecer facilidades, por el contrario, la rancia nobleza de la zona se burla de él y especialmente de Mani. Fronsac se enamora de Marianne de Morangias (Emilie Dequenne) y tendrá que soportar las chanzas del hermano de la joven aristócrata, Jean-François de Morangias (Vincent Cassel), herido en una cacería en África. Mientras, la Bestia sigue matando y no pueden acabar con ella.
No se puede contar más puesto que corro el riesgo de dar más pistas de las necesarias, pero si puedo decir que la película, que mezcla personajes reales como es el caso de Duhamel (Éric Prat), con otros totalmente ficticios, como son los principales protagonistas o una misteriosa prostituta muy amiga de las intrigas, Sylvia (Monica Belluci). Así que no conviene tomársela muy en serio en el sentido histórico.
La película no tuvo demasiada repercusión a nivel mundial, quizás algo más en Europa, pero se puede decir que pasó sin pena ni gloria por los cines durante muy poco tiempo. La crítica dijo en su momento que la ambientación histórica es muy rigurosa. Mi opinión personal es que podría clasificarla con lo que yo denomino: Las dos eles: Larga y Lenta. Como se suele decir, “Los árboles no dejan ver el bosque”, y en este caso, la obsesión por recrearse constantemente en los detalles, sean estos paisajes o prolongamientos excesivos de escenas, hace que la historia se acabe difuminando. Se hace pesada y se echa en falta más agilidad.
Me llaman especialmente la atención dos personajes. En el caso de Vincent Cassel, no es tanto el personaje de Morangias, sino el actor en sí, me parece totalmente fascinante esa cara totalmente imposible y llena de ángulos (muy difícil de dibujar), puedes acabar sintiendo verdadero odio hacia él como es el caso de esta película, o hacerte poco menos que fan suya de lo bien que te cae, como en el caso de “Los ríos de color púrpura”. ¡Ah! Para amantes del cotilleo, es el marido de Monica Belluci.
Por otro lado está el personaje del indio Mani, el toque absolutamente surrealista y friki de la película; nos encontramos al último indio de una tribu nativa norteamericana en plan experto en artes marciales a lo Steven Seagal (aunque sin sus indescriptibles chaquetas), resulta muy poco convincente y bastante anacrónico.
Fronsac no viene solo, se hace acompañar por un indio iroqués, Mani (Mark Dacascos), el último superviviente de su tribu. Su anfitrión es un simpático marqués que vive en la región, Thomas d’Apcher (Jerémie Renier). Pero nadie va a ofrecer facilidades, por el contrario, la rancia nobleza de la zona se burla de él y especialmente de Mani. Fronsac se enamora de Marianne de Morangias (Emilie Dequenne) y tendrá que soportar las chanzas del hermano de la joven aristócrata, Jean-François de Morangias (Vincent Cassel), herido en una cacería en África. Mientras, la Bestia sigue matando y no pueden acabar con ella.
No se puede contar más puesto que corro el riesgo de dar más pistas de las necesarias, pero si puedo decir que la película, que mezcla personajes reales como es el caso de Duhamel (Éric Prat), con otros totalmente ficticios, como son los principales protagonistas o una misteriosa prostituta muy amiga de las intrigas, Sylvia (Monica Belluci). Así que no conviene tomársela muy en serio en el sentido histórico.
La película no tuvo demasiada repercusión a nivel mundial, quizás algo más en Europa, pero se puede decir que pasó sin pena ni gloria por los cines durante muy poco tiempo. La crítica dijo en su momento que la ambientación histórica es muy rigurosa. Mi opinión personal es que podría clasificarla con lo que yo denomino: Las dos eles: Larga y Lenta. Como se suele decir, “Los árboles no dejan ver el bosque”, y en este caso, la obsesión por recrearse constantemente en los detalles, sean estos paisajes o prolongamientos excesivos de escenas, hace que la historia se acabe difuminando. Se hace pesada y se echa en falta más agilidad.
Me llaman especialmente la atención dos personajes. En el caso de Vincent Cassel, no es tanto el personaje de Morangias, sino el actor en sí, me parece totalmente fascinante esa cara totalmente imposible y llena de ángulos (muy difícil de dibujar), puedes acabar sintiendo verdadero odio hacia él como es el caso de esta película, o hacerte poco menos que fan suya de lo bien que te cae, como en el caso de “Los ríos de color púrpura”. ¡Ah! Para amantes del cotilleo, es el marido de Monica Belluci.
Por otro lado está el personaje del indio Mani, el toque absolutamente surrealista y friki de la película; nos encontramos al último indio de una tribu nativa norteamericana en plan experto en artes marciales a lo Steven Seagal (aunque sin sus indescriptibles chaquetas), resulta muy poco convincente y bastante anacrónico.
Por cierto, hace unos pocos días he sabido que un escritor francés: Patrick Bard, acaba de publicar una novela basada en esta historia y que se titula “El perro de Dios”, no sé nada más, así que tendré que seguir la pista y ya os contaré.
“El pacto de los lobos” tiene un efecto bastante radical, o gusta mucho o no gusta nada. Por eso, mejor verla para luego decidir. Aquí está el enlace para ver la película:
jeje,yo no se si me gusta tanto las películas o tu manera de reseñarlas XD
ResponderEliminarHabrá que verla....=)
Saludos,Cris!
Me alegra que te gusten mis "explicaciones", me temo que se me nota mucho cuando una peli me gusta y cuando no. Ya me contarás qué te ha parecido esta... ¡yo acabé dormida! jajaja
ResponderEliminarBesos