lunes, 4 de octubre de 2010

PEDRO GONZÁLEZ, EL HOMBRE LOBO CANARIO

En el castillo de Ambras, en el Tirol austríaco, se conservan varios cuadros que representan a un hombre y unos niños con el rostro cubierto completamente por pelo. No son retratos fantásticos, fruto de la imaginación de algún artista. Estos cuadros son retratos de personas que vivieron hace cuatro siglos y su historia es real.

El adulto se llamaba Pedro González ( o Petrus Gonsalvus, la forma latinizada que adoptó más tarde), nació en Tenerife, en torno al año 1.540, hay versiones distintas para su origen, la más extendida es la que dice que provenía de una familia acomodada, otros dicen que era el hijo del jefe de una tribu guanche, todo son conjeturas, por supuesto. En cualquier caso, y según todos los indicios, parece ser que fue abandonado a las puertas de un monasterio del Sauzal, siendo un bebé.



Desde muy pequeño, el pelo empezó a crecer de forma desmesurada cubriendo todo su cuerpo y rostro de forma incontrolable. Era una enfermedad que hoy en día se conoce como síndrome de Ambras (una variante de la hipertricosis universal congénita) que se debe a una mutación en el cromosoma 8 y que le daba un aspecto feroz. El nombre del castillo que acoge los retratos de la familia González, dio nombre a la enfermedad.


No se sabe muy bien cuáles fueron los motivos que llevaron a Pedro González, a París en 1547, se dice que fue un regalo de coronación de Enrique II, unas semanas después de la muerte de su padre el rey Francisco I; también se cree que habían llegado rumores sobre su existencia y fue el propio Enrique II quien quiso que Pedro residiera en su corte. En cualquier caso, la primera descripción que tenemos de Pedro, es la que hizo Giulio Alvarotto, que era representante del cuerpo diplomático de Ferrara en Francia. De esta forma describió al Duque Ercole II al joven Pedro:

"Su cara y su cuerpo están recubiertos por una fina capa de pelo de unos cinco dedos de largo (9 cm) y de color rubio oscuro, más fina que la de una marta cibelina y de olor bueno, si bien la cubierta de pelo no es muy espesa, lo que permite apreciar bien los rasgos de su cara.". Alvarotto, fue muy diligente al informar sobre el fenómeno que entretenía a la corte francesa, pero cometió una gran negligencia al no molestarse en recabar ninguna información sobre su origen. Puesto que, no se sabe muy bien por qué, decidió que Pedro venía de América.

En cualquier caso, el rey Enrique II, se encariñó con el niño y decidió que viviría en la corte, recibiendo la mejor educación posible. Así que Pedro creció y estudió bajo la protección del monarca francés. La educación del muchacho fue encomendada a Francois Vacheri que recibió el rimbombante título de “gouvernement du saulvaige du roy nostre sire” (gobernador del salvaje del rey, nuestro señor). Incluso llegó a trabajar como “Servicio de Boca del Rey”, es decir, probaba la comida antes que el monarca por si estaba envenenada, un trabajo que bien mirado es un tanto expuesto pero, según parece, estaba bastante bien valorado. Pero a los pocos años, el rey falleció.

Pedro se casó con una joven, se cree dama de compañía de la reina consorte Catalina de Medicis, llamada Catherina y durante un tiempo fueron felices pero, como era de esperar, la enfermedad fue transmitida a la inmensa mayoría de sus hijos. De seis hijos que tuvieron, cuatro de ellos sufrían la enfermedad. Fueron tres varones y tres hembras, Madeleine, Enrico, Fransoise, Antoniette, Horacio, y Ercole. Solo se vieron libres su hija Françoise y Ercole, este último murió siendo niño.

Hay quien dice que fue la reina, Catálina de Medicis quien al enviudar se acabó desentendiendo de los González, enviando a la familia a la corte de Margarita de Austria, duquesa de Parma; otros dicen que, por el contrario, la reina protegió a Pedro y su familia hasta el final de sus días, el caso es que se trasladaron a Italia, bajo la protección de los Farnesio. La familia González durante años, visitó varias cortes europeas y allá donde iban causaban una tremenda admiración. Tal es así que se hicieron retratos de todos los miembros de la familia, actualmente casi todos se exponen en el Castillo de Ambras en Austria, encargados por el Duque Carlos de Habsburgo. Fueron pintados por artistas importantes de la época, como, Agostino Carraci o Lavinia Fontana.


Los hijos de Pedro corrieron similar suerte que su padre, pasando a formar parte del personal de distintas cortes europeas. También algunos de ellos tuvieron hijos que heredaron a su vez la enfermedad. Pero la pista de la familia González se diluye en la tercera generación. Se sabe que Pedro González murió en 1618, es decir, rondando los 80 años en Capodimonti, Italia, gran longevidad teniendo en cuenta la época.

No sólo la familia fue retratada, también fueron constante objeto de estudio. El científico Ulisse Aldrovandi examinó a Antonietta, veamos la descripción que de ella hace:
“La cara de la niña estaba cubierta de pelo, excepto las narices, los labios y alrededor de la boca. Los pelos de su frente son más largos y duros que los que cubren sus mejillas, aunque estos son más suaves al tacto que el resto del cuerpo., y tiene pelos en gran parte de sus espalda y pelos amarillos que la cubrirían hasta el inicio de las ingles.”


Hay que reconocer que la familia González tiene un gran mérito, por la forma que tuvieron de aceptar su situación y la manera tan positiva de vivir dentro de sus limitaciones y es que esta enfermedad tan rara y, afortunadamente, poco frecuente, en aquella época, podría haberles causado más de un disgusto. En Europa, las leyendas sobre el hombre-lobo estaban muy extendidas y, no hay más que ver los retratos, para imaginarse lo que muchas personas pensarían al verlos, sin embargo ellos vivieron en varias cortes europeas y jamás sufrieron penurias económicas. ¡Bien por ellos!

4 comentarios:

  1. Hola Azufre, si que es interesante y lo mejor es que es una historia real y completamente documentada

    Saludos

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  2. Hasta donde llegamos los González!!!...

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  3. Jajajaja, sí que llegaron lejos, en vez de esconderse afrontaron sus problemas y encima tantos siglos después seguimos hablando de ellos. No está mal.

    Un saludo y feliz año

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