Hoy me gustaría recordar la misteriosa y
triste historia del joven Kaspar (o Gaspar) Hauser. Su vida y su muerte siguen
siendo un enigma a día de hoy. Viajemos mentalmente a la ciudad alemana de
Nuremberg, al año 1.828, porque es allí donde arranca este auténtico
rompecabezas con tintes de intriga de las altas esferas sociales de El lunes de
Pascua de aquel año, los habitantes de la ciudad vieron como un muchacho, vestido
pobremente y con aspecto descuidado, deambulaba por las calles de forma
errática. Portaba un sobre cerrado cuyo destinatario era el “Capitán del 4º
Escuadrón del 6º Regimiento de Caballería en Nuremberg”. Alguien se apiadó de
él y le acompañó a la comisaría.
Los intentos por extraer de él algo de
información sobre su origen o familia fueron infructuosos, lo más que
consiguieron escuchar fue un débil hilo de voz diciendo: “Quiero ser soldado,
como mi padre” intercalado con unos cuantos: “no sé”. Por su aspecto parecía un
muchacho de unos 16 años, pero por su capacidad de comprensión la edad se
rebajaría, como mucho, a los 4 o 5. Tampoco se mostró muy ducho con la
escritura, lo único que logró garabatear fue un nombre: “Kaspar Hauser”.
Se decidió su internamiento en un asilo hasta
que se averiguase algo más sobre su procedencia e identidad. La carta que
llevaba consigo era sorprendente. No tenía ningún sello ni remite, pero el
texto era intrigante. Estaba escrita por alguien que se identificaba como un
simple peón. Según lo escrito, Kaspar había sido abandonado en su casa el 7 de
octubre de 1.812. Durante años se había hecho cargo de él de una manera un
tanto siniestra, pues confesaba que lo había mantenido encerrado durante ese
tiempo, ya que tenía diez hijos y no podía ocuparse de él. Por último, se
desentendía por completo de cuál fuera su destino.
Durante una temporada, Kaspar vivió con el
guarda del asilo, quien pudo apreciar las secuelas de un encierro prolongado.
Tanto sus obvias deficiencias físicas, como sus reacciones infantiles lo
demostraban. Andaba de forma titubeante, apenas balbuceaba unas pocas palabras,
mostraba una absoluta falta de pudor al mostrarse desnudo delante de
cualquiera, su estómago admitía poca comida y nada elaborada, era capaz de
pasar horas inmóvil en la misma posición… Todas estas señales, indicaban que la
mayor parte de su vida no se había relacionado con casi nadie y su contacto con
el aire libre había sido algo anecdótico.
La noticia del curioso personaje corrió como
la pólvora por la población, y llegó a los oídos del doctor Daumer, que se
interesó por él de manera especial. Decidido a conocer más sobre el caso,
visitaba con frecuencia a Kaspar y llegó a establecer una relación amistosa con
él. El contacto con la familia del guarda y, sobre todo, con el doctor Daumer, tuvo
un efecto benéfico en el muchacho y provocó que adquiriera cierta destreza con
el lenguaje. Gracias a esto, pudo relatar cómo había sido su vida anterior. Si
bien comentó que sus primeros recuerdos de infancia transcurrieron en lujosos
palacios, la mayor parte de su vida había estado encerrado en una minúscula
celda en la que no podía prácticamente moverse; siempre solo, aislado del mundo
y de la gente.
Por las mañanas junto a su catre encontraba
una jarra con agua y un trozo de pan. Incluso llegó a confesar que, en algunas
ocasiones, el sabor del agua era amargo y tras beber un sorbo, caía en un
profundo sopor. Al despertarse, podía comprobar que sus ropas eran habían sido
cambiadas. Según sus propias palabras, un día entro en la celda un hombre que
le enseñó a escribir “Kaspar Hauser” y a decir: “Quiero ser soldado, como mi
padre”. Después le llevó al exterior. Al poco de salir se desmayó, tal vez se
debió a no estar acostumbrado al aire puro y la luz del día. Cuando despertó,
se encontró solo y perdido por las calles de Nuremberg.
El relato de la misteriosa vida de Kaspar
Hauser traspasó las fronteras y muchas personas se acercaron a verle. El morbo
sobre sus posibles raíces y las causas de tan cruel encierro dispararon la
imaginación de mucha gente; corrían por toda Europa teorías sobre su verdadera
personalidad, las especulación giraban de forma especial en torno a un origen de
alta alcurnia, tal vez un nacimiento inconveniente en una familia noble que se
había ocultado de una manera un tanto radical. En 1.830 la teoría predominante
en los mentideros sociales le situaba como miembro de la familia de los grandes
duques de Baden. Incluso se argumentaba que el parecido físico era innegable.
Además, por la fecha que se calculaba que podría haber nacido Kaspar Hauser,
aproximadamente 1.812, se produjo el fallecimiento de dos pequeños príncipes,
herederos de la familia por línea directa.
En ese año, 1.830, tras el fallecimiento del
gran duque reinante, el conde de Stanhope, amigo de la familia, solicitó la
custodia de Kaspar. Nadie objetó nada y, de hecho, suponía una alivio para las
autoridades librarse de un personaje tan incómodo. Así pues, nuestro
protagonista de hoy, tuvo un cambio de aires radical. Stanhope se tomó muchas
molestias en expandir la noticia de que Kaspar no tenía ninguna relación con la
familia Baden, sino que sus orígenes estaban en una familia humilde de Hungría.
De dónde pudo extraer dicha información, es un misterio; pero su intención era
que no existiera ninguna duda sobre la falsedad de los rumores que le otorgaban
un linaje noble.
Escultura de Kaspar Hauser en Nuremberg |
El criminalista y filósofo Anselm Ritter von
Feuerbach estudió con gran interés este caso. Sus conclusiones eran
demoledoras: Kaspar pertenecería a una familia real, cuyos posibles herederos
se habrían encargado de apartarle de la línea sucesoria de una manera drástica.
De forma sutil, insinuaba que Stanhope se había hecho cargo del joven para
mantenerle controlado y, en cierto modo, enclaustrado, extendiendo a la vez el
rumor sobre su nacimiento en una familia humilde, absolutamente lejana de
cualquier genealogía aristocrática.
Curiosamente, el 29 de mayo de 1.833 murió de
forma repentina von Feuerbach, el gran valedor de Kaspar. Por supuesto, no
tardó en correr el rumor de una muerte por envenenamiento. Se decía que sus
investigaciones sobre el caso de Kaspar, podrían haber destapado una trama con
tintes de intriga palaciega que confirmarían la sospecha de sus orígenes
nobles. Pocos meses después, el 14 de diciembre de ese mismo año, Kaspar fue
asaltado a plena luz del día cuando caminaba en dirección al parque de Ansbach.
Se cree que había sido citado en dicho lugar por un hombre desconocido quien le
aseguró que poseía cierta información sobre sus verdaderos orígenes.
Pero al llegar al lugar de reunión, Kaspar fue
sorprendido por alguien que le asestó una puñalada en el corazón. Murió al poco
tiempo. Lo más impactante es que no era el primer ataque que sufría. Ya en
1.829 había recibido un golpe en la cabeza, por parte de un asaltante anónimo
que no se pudo identificar. Según contó, hasta su fallecimiento fue víctima de
varias agresiones, que no tuvieron grandes consecuencias y que, casualmente,
siempre fueron en lugares apartados y sin testigos.
La triste y misteriosa historia de Kaspar
Hauser ha sido fuente de inspiración artística, existen obras de teatro, de
cine, poemas, novelas, hasta un buen puñado de canciones de grupos menos
conocidos hasta cantantes del prestigio de Georges Moustaki o Suzanne Vega.
Pero el relato no sería completo, sin repasar las distintas teorías sobre la
verdadera identidad de Kaspar.
Una de las teorías más asentadas, que ya
corría por las calles de Nuremberg en vida de Kaspar Hauser, era su posible
pertenencia a la familia Baden. En concreto, sus padres serían Carlos II de Baden
y Estefanía de Beauharnais. Carlos fue nombrado Gran Duque de Baden en 1.811,
tras la muerte de su abuelo Carlos Federico que hasta su fallecimiento ostentó
el título. Según esta teoría, Kaspar sería el primer hijo varón del matrimonio
que se creía murió al nacer. La teoría algo conspiranoide, pero no por eso
menos factible, sugiere que en realidad el niño estaba sano, pero fue
intercambiado por el hijo de una campesina que nació muerto. La protagonista de
este intercambio sería la condesa de Hochberg, cuyos hijos entrarían de esta
forma en los primeros puestos de la línea sucesoria para el ducado. En vez de
hacer desaparecer a Kaspar, se lo entregó al alcalde Hennenhofer, quien a su
vez lo puso al cuidado de un antiguo soldado.
Otra hipótesis apunta a la misma madre, pero
distinto padre. En este caso se trataría de una aventura extramarital de
Estefanía nada menos que con Napoleón. Siguiendo el hilo de esta teoría, habría
sido la propia madre quien habría intercambiado a su hijo por un niño muerto.
Si esto fuera cierto, se trataría de una complicación no ya en la línea
sucesoria del ducado de Baden, sino del trono de Francia. Según este supuesto, Kaspar
se habría criado en palacios hasta que se produjo la caída de Napoleón (1.815),
entonces se le habría encerrado para poner a salvo su vida.
Una última teoría bastante interesante sería
la que apunta a un fraude. De hecho, en vida de Kaspar, no fueron pocas las
personas que no creían una palabra del fabuloso relato del muchacho
asilvestrado que apareció como de la nada por las calles de Nuremberg en 1.828.
Argumentaban esta acusación en que no presentaba síntomas de desnutrición
severa. También resultaban sospechosos los ataques que sufrió en los que nunca
recibió heridas serias y, lo más importante, siempre fueron cometidos sin
testigos, lo que hacía pensar que no eran más que una fabulación con
autolesiones incluidas para dotarlos de más verosimilitud. Incluso, el último y
mortal ataque sería, siguiendo esta línea de pensamiento, uno de tantos ataques
falsos que se le fue de las manos. A día de hoy esta teoría tiene bastante
peso.
Por último, podría tratarse de un nacimiento
inconveniente en el seno de alguna familia importante, aunque no tanto como la
familia ducal, que se intentó esconder de una forma un tanto chapucera.
Lápida de Kaspar Hauser |
En los tiempos actuales, se sigue sin saber a
ciencia cierta cuál es el verdadero origen de Kaspar Hauser. Según parece, en
1.996 se hizo un estudio de ADN con unas manchas de sangre en una ropa que supuestamente
habría pertenecido a Kaspar. El resultado fue negativo, no había coincidencias
con la familia Baden.
Años después, en 2.002, se volvió a realizar
otra prueba de ADN, en esta ocasión con alguna pieza de ropa que se conserva en
la galería sobre Kaspar Hauser del Museo Markgrafen en Ansbach, parece ser que con un resultado más positivo.
Como podéis ver, el caso de Kaspar Hauser es
uno de los muchos enigmas que quedan por resolver en la historia. A día de hoy
es muy difícil que se llegue a saber la verdad sobre lo ocurrido, han pasado
dos siglos desde su nacimiento y quedan muy pocos documentos a los que recurrir
para su estudio, obviamente no hay testigos contemporáneos y probablemente,
cada cierto tiempo surja una hipótesis novedosa que reavive temporalmente el
interés por el caso, a raíz de alguna nueva película o publicación, pero me
temo que, salvo sorpresa, poco más vamos a saber sobre tan intrigante misterio.
Fuente: El Gran Libro de lo asombroso e
inaudito. Historias extrañas, hechos increíbles. Selecciones Reader’s Digest. Editorial
Iberia. 1.975.
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