La Luna se siente alienada, siempre sometida a la tiranía del Sol. Dice que no tiene luz propia, sino que refleja los rayos del llamado Astro Rey. “No soy más que un pálido reflejo suyo, recojo sus sobras y hago lo que buenamente puedo con ellas; me siento una administradora de residuos” se lamenta amargamente. No os dejéis embaucar por sus quejas, tiende a exagerarlo todo, nada en su vida es tan dramático como ella pretende y, por supuesto, su papel no es el de administrar las migajas de luz que desprecia el Sol, como ella quiere dar a entender, muy al contrario, el Sol emite energía, y la Luna la absorbe y asimila para luego abastecernos.
Luna de Niki de Saint Phalle |
Así es, aunque no lo reconozca abiertamente, la Luna es muy consciente de su poder sobre el ser humano. Sabe cómo nos influye. No os dejéis atrapar por su falsa modestia, no es más que una de sus muchas artimañas, la gusta sentirse contemplada, ese falso victimismo es parte de un papel que ella representa la mar de bien. Todos sabemos que la Luna es ingeniosa, creativa, intuitiva, bella… pero tiene esa otra cara, menos afable, menos encantadora.
La Luna adora los ambientes de luz tenue, inciensos aromáticos, música romántica, de ritmos suaves, nada de estridencias. Da mucha importancia a la armonía tonal, pero también a las letras. Una de sus canciones favoritas es aquel antiguo tema de Rod Stewart, “Maggie May”, especialmente esta frase: