miércoles, 9 de marzo de 2011

ATHANASIUS KIRCHER

De nuevo hoy voy a dedicar la biografía a un hombre de ciencia que no renunció a lo sobrenatural, muy al contrario, como ya hemos visto varios ejemplos, y más que veremos, en muchos casos, la ciencia no tiene que ser la negación de la creencia. Athanasuis Kircher fue un hombre altamente estudioso y erudito, y precisamente ese amor por la ciencia y el conocer, lo llevó a tener una mentalidad lo suficientemente abierta como para no cerrarse a otras realidades, de tal modo que combinó el estudio de las matemáticas con la criptología o la Alquimia y la Cábala con absoluta naturalidad.

Umberto Eco hizo una descripción interesante de su figura: "es el más contemporáneo de nuestros antecesores y el más trasnochado de nuestros contemporáneos", haciendo referencia a su ansia de conocimiento y su forma, un tanto anárquica y desordenada de adquirirlo.




Nació en Geisa (Alemania) el 2 de mayo de 1.602. Su padre, Johan Kircher era un teólogo sumamente culto y estudioso que daba clases a los monjes benedictinos de Heiligenstadt. La economía familiar no era muy boyante, así que los abundantes vástagos Kircher (se cree que unos nueve aproximadamente) fueron estratégicamente colocados en distintas órdenes religiosas, pues era la única salida que sus padres vieron para su manutención.

Athanasius Kircher, desde muy joven, dio muestras de, no solo poseer una inteligencia muy por encima de la media, sino también un contacto especial con todo lo espiritual. Se cree que estudió Cábala con un rabino desde niño. A los 16 años ingresó como novicio en el Colegio de Paderborn, de los Jesuitas. Pero al poco tiempo tuvo que huir puesto que la ciudad fue atacada por el duque de Brunswick.

De ahí, tras una serie de peripecias de las que siempre salió reforzado, fue acogido en el Colegio Jesuita de Neuss, para luego acabar en el de Heiligenstadt. Allí profundizó en sus estudios de las lenguas clásicas, así como humanidades, ciencias naturales y matemáticas. En 1623, Kircher fue destinado al Colegio de Coblenza donde impartió clases de griego. Después pasó a dar clases en el laboratorio de Física del Colegio Jesuita de Heiligenstadt.

Al mismo tiempo que ejerció su labor de profesor, Kircher siguió estudiando. Se puede decir que era un hombre renacentista, a su gran erudición se unían unas aptitudes excepcionales para una multitud de campos del saber que no pasaron desapercibidos para sus superiores. En la universidad de Maguncia estudió teología, recibiendo su doctorado en 1.628, año en el que, además, se ordenó sacerdote. Fue nombrado profesor de la universidad de Würzburgo de matemáticas, escolástica, hebreo y arameo.


Se sabe que, por encargo del arzobispo de Maguncia, levantó un mapa del principado en tres meses, lo que es un tiempo record si tenemos en cuenta las herramientas con que se contaba en aquella época, 1.631 aproximadamente. Precisamente por aquel entonces fue cuando publicó la que sería su primera obra de divulgación: “Ars Magnesia” (“El Arte del Magnetismo”). Por esta época es por la que se cree que se inició como Rosacruz.

Sus intereses se diversificaban constantemente. Se entusiasmo por la interpretación de los jeroglíficos egipcios tras leer un libro que trataba de los obeliscos conservados en la ciudad de Roma. Sus estudios sobre el tema le llevarían a escribir “Oedipys Aegypciacus” (“Edipo el Egipcio”). Otra temática que le apasionó fue la astronomía y, una vez que logró hacerse con un telescopio, se entregó con el entusiasmo con el que lo hacía todo al estudio astronómico que se tradujo en su obra “Ars Magna Lucis” (El Arte de la Gran Luz”).

En 1631, Kircher fue enviado al Colegio Jesuita en Aviñón (Francia), donde enseñó matemáticas y lenguas orientales, paralelamente, dedicó todo su tiempo libre disponible a , descifrar inscripciones egipcias y estudiar disciplinas como astronomía, planimetría y la agrimensura. También construyó una especie de planetario en el propio colegio.

En 1.633 fue enviado al Colegio Romano, como profesor y también como estudioso de los jeroglíficos egipcios. En 1.638 realizó un viaje de estudios a Sicilia, cuando se vio sorprendido por una erupción del Vesubio, lo que despertó en él un gran entusiasmo por el tema del vulcanismo. Como puede verse, Kircher era un hombre que adoraba el conocimiento y no discriminaba entre una u otras materias. De esta y otras experiencias e investigaciones, nacería una de sus obras más importantes: “Mundus
Subteraneus” (Mundo Subterráneo).

En 1651 fundó con el Colegio Romano, el denominado Museo Kircheriano, uno de los primeros museos dedicados por entero a la ciencia y con acceso al público. El museo estaba compuesto de artefactos, curiosidades naturales y aparatos científicos. Los más importantes investigadores de la época pasaron por allí, era visita obligada en la época.

Hasta su fallecimiento, a finales del mes de noviembre de 1.680, Kircher no dejó de enseñar, de estudiar y de publicar los resultados de sus investigaciones. También inventó diversos artilugios curiosos, como una serie de relojes solares o el pantógrafo, que permite reproducir a escala dibujos y mapas. Fue el creador de la linterna mágica, un aparato que fue el precursor del cinematógrafo y la cámara oscura.

Como anécdota curiosa, hay constancia documental de que Kircher fue uno de los muchos eruditos que intentó, sin éxito, descifrar el misterioso Manuscrito Voynich, al que dedicaré en su día una entrada, puesto que es un enigma apasionante aún por resolver.


Encontrar libros de Kircher para descargar por la red es casi misión imposible. Si alguien siente verdadero interés por la obra de Kircher, le animo a que indague un poco por internet, puede encontrar documentos interesantes, es cuestión de paciencia. Os dejo el único enlace que he encontrado con una obra de él:

También os invito a leer una entrada que dedican a algunas de sus teorías en la página web de la Sociedad de Espeleología de Málaga:

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