¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en que se decía que el amor era el motor del mundo! La realidad es mucho menos romántica, de hecho el consumo es el auténtico motor que mueve la sociedad actual y, lo más terrible de todo, es que es muy difícil cambiar ese estado de cosas, en primer lugar porque la mentalidad global no lo aceptaría fácilmente, han sido muchos años de insistente labor de concienciación, por otro lado, el sistema económico y social mundial se vendría abajo por completo.
En las últimas semanas me ha llegado, por distintas fuentes, un documental que algunas televisiones han emitido. Su título es “Comprar, tirar, comprar” y hacer referencia a un término que parece un trabalenguas y que resulta una de las cosas más escalofriantes que he visto en mucho tiempo, mucho más que esas películas que, como bien sabéis, tanto me gustan.
El término obsolescencia programada, desconocido hasta hace poco para mí, define la práctica empresarial que desde hace varias décadas dirige nuestras vidas y que consiste en dotar a los objetos consumibles de una corta vida para que de ese modo se incrementen las ventas y que la cadena, tan perfectamente definida por el título del documental “Comprar, tirar, comprar”, no sea interrumpida. Lo terrible del caso es que ese acortamiento de la vida útil de esos objetos es absolutamente deliberado.
¿Nunca os habéis preguntado por qué, a medida que los avances tecnológicos se suceden de forma vertiginosa, los productos de consumo cotidiano duran cada vez menos, son más frágiles y de peor calidad? ¿No debería suceder exactamente lo contrario? ¿El progreso no debería ser sinónimo de calidad?
Según se nos cuenta en este documental, el origen de la obsolescencia programada lo tenemos que buscar en las bombillas. Como nos cuentan, Edison comercializó su primera bombilla en 1.881, cuya duración aproximada era de 1500 horas. En 1911 un anuncio en prensa española destacaba las bondades de una marca de bombillas con una duración certificada de 2500 horas. Esto quiere decir que a medida que avanzaba el tiempo, las técnicas se perfeccionaban y el objeto iba aumentado en la eficacia de sus prestaciones.
Pero, en 1924 un cártel que agrupaba a los principales fabricantes de Europa y Estados Unidos llegó a un pacto: limitar la vida útil de las bombillas eléctricas a 1000 horas. Este cártel se llamó Phoebus y oficialmente nunca existió pero en el documental nos muestran el manuscrito que supone el punto de partida de la obsolescencia programada. Desde entonces, lo que ya conocemos: da igual que sea una impresora o un libro, un vestido o unos zapatos, un teléfono móvil o una lavadora… Todo está medido y calculado para que ningún objeto dure demasiado, de tal modo que haya que comprar habitualmente.
Independientemente de la manipulación tan descarada que supone esta práctica, hay una terrible consecuencia en la que el documental incide y es la acumulación de todos esos objetos de pronta caducidad. ¿Qué hacen con ellos? Pues algo muy sencillo, se los endosan a países subdesarrollados por ridículas compensaciones económicas, convirtiéndolos en auténticos vertederos insalubres.
El documental, está dirigido por Cosima Dannoritzer y coproducido por Televisión Española. Lo más interesante no es sólo que nos abra los ojos ante un hecho que, quizás sospechamos, pero sobre el que preferimos no pensar, sino que aporta datos y documentos. No se trata de uno de esos delirios cospiranoides sin ninguna base ni fundamento que pululan constantemente por internet.
Realmente es un documental para hacernos pensar y replantearnos qué estamos haciendo con nuestra vida y si este es el mundo que queremos. Visto desde este modo, da la sensación de que realmente no somos ciudadanos, sino meros consumidores, programados para aceptar todo lo que nos den sin cuestionarnos nada, de tal modo que acabamos siendo un eslabón más en la cadena del consumo: nos preparan convenientemente a través de reclamos publicitarios desde la televisión, las revistas, internet, etc. creando en nosotros necesidades que no teníamos y moldeando nuestros gustos y opiniones a su antojo, de tal modo que daremos por bueno todo lo que se nos imponga por el simple hecho de que nos han hecho creer que lo necesitamos.
Otra de las estrategias destinadas a jubilar los objetos es el diseño y, cómo no, la moda, de forma bastante sibilina, consiguen que el cliente se sienta desfasado, marginado si no compra. El binomio diseño- marketing es infalible para hacernos creer que consumo es lo mismo que libertad. Veremos algún testimonio en el documental en el que, con bastante descaro, se dice que las personas son libres o no de consumir… todos sabemos cómo la sociedad margina al distinto y la maquinaria del marketing nos hace pensar lo que quieren, comprar lo que quieren y ser como ellos quieren que seamos.
Cabe plantearse la eterna cuestión: “¿Piensas o te piensan?. ¿Realmente necesitamos tantas cosas o “nos preparan” mentalmente para necesitarlas? Uno de los “gurús” de la obsolescencia programada, el diseñador Brook Stevens, definió de forma lapidaria el concepto: “El antiguo enfoque europeo era crear el mejor producto y que durara para siempre. Te comprabas un buen traje para llevarlo desde tu boda hasta tu entierro sin poder renovarlo. El enfoque americano es crear un consumidor insatisfecho con el producto que ha disfrutado, que lo venda de segunda mano y que compre lo más nuevo con la imagen más nueva”.
El 15 de marzo de 1962 cuando el presidente de EEUU, John F. Kennedy, declaró ante el Congreso: «Todos nosotros somos consumidores», hizo la mayor definición de lo que es la sociedad actual. Afortunadamente, como se ve en el reportaje, hay personas que están reaccionando a esta situación, tal vez no son muchas ni tienen demasiada fuerza, pero al menos es un comienzo. Espero que este documental sirva para reflexionar y que se propague para que sea conocido por el mayor número de personas posible. Tal vez dejemos de ser consumidores y volvamos a ser personas.
http://www.youtube.com/watch?v=QosF0b0i2f0
http://www.rtve.es/noticias/20110104/productos-consumo-duran-cada-vez-menos/392498.shtml
El término obsolescencia programada, desconocido hasta hace poco para mí, define la práctica empresarial que desde hace varias décadas dirige nuestras vidas y que consiste en dotar a los objetos consumibles de una corta vida para que de ese modo se incrementen las ventas y que la cadena, tan perfectamente definida por el título del documental “Comprar, tirar, comprar”, no sea interrumpida. Lo terrible del caso es que ese acortamiento de la vida útil de esos objetos es absolutamente deliberado.
¿Nunca os habéis preguntado por qué, a medida que los avances tecnológicos se suceden de forma vertiginosa, los productos de consumo cotidiano duran cada vez menos, son más frágiles y de peor calidad? ¿No debería suceder exactamente lo contrario? ¿El progreso no debería ser sinónimo de calidad?
Según se nos cuenta en este documental, el origen de la obsolescencia programada lo tenemos que buscar en las bombillas. Como nos cuentan, Edison comercializó su primera bombilla en 1.881, cuya duración aproximada era de 1500 horas. En 1911 un anuncio en prensa española destacaba las bondades de una marca de bombillas con una duración certificada de 2500 horas. Esto quiere decir que a medida que avanzaba el tiempo, las técnicas se perfeccionaban y el objeto iba aumentado en la eficacia de sus prestaciones.
Brook Stevens, gurú de la obsolescencia |
Pero, en 1924 un cártel que agrupaba a los principales fabricantes de Europa y Estados Unidos llegó a un pacto: limitar la vida útil de las bombillas eléctricas a 1000 horas. Este cártel se llamó Phoebus y oficialmente nunca existió pero en el documental nos muestran el manuscrito que supone el punto de partida de la obsolescencia programada. Desde entonces, lo que ya conocemos: da igual que sea una impresora o un libro, un vestido o unos zapatos, un teléfono móvil o una lavadora… Todo está medido y calculado para que ningún objeto dure demasiado, de tal modo que haya que comprar habitualmente.
Independientemente de la manipulación tan descarada que supone esta práctica, hay una terrible consecuencia en la que el documental incide y es la acumulación de todos esos objetos de pronta caducidad. ¿Qué hacen con ellos? Pues algo muy sencillo, se los endosan a países subdesarrollados por ridículas compensaciones económicas, convirtiéndolos en auténticos vertederos insalubres.
El documental, está dirigido por Cosima Dannoritzer y coproducido por Televisión Española. Lo más interesante no es sólo que nos abra los ojos ante un hecho que, quizás sospechamos, pero sobre el que preferimos no pensar, sino que aporta datos y documentos. No se trata de uno de esos delirios cospiranoides sin ninguna base ni fundamento que pululan constantemente por internet.
Realmente es un documental para hacernos pensar y replantearnos qué estamos haciendo con nuestra vida y si este es el mundo que queremos. Visto desde este modo, da la sensación de que realmente no somos ciudadanos, sino meros consumidores, programados para aceptar todo lo que nos den sin cuestionarnos nada, de tal modo que acabamos siendo un eslabón más en la cadena del consumo: nos preparan convenientemente a través de reclamos publicitarios desde la televisión, las revistas, internet, etc. creando en nosotros necesidades que no teníamos y moldeando nuestros gustos y opiniones a su antojo, de tal modo que daremos por bueno todo lo que se nos imponga por el simple hecho de que nos han hecho creer que lo necesitamos.
Otra de las estrategias destinadas a jubilar los objetos es el diseño y, cómo no, la moda, de forma bastante sibilina, consiguen que el cliente se sienta desfasado, marginado si no compra. El binomio diseño- marketing es infalible para hacernos creer que consumo es lo mismo que libertad. Veremos algún testimonio en el documental en el que, con bastante descaro, se dice que las personas son libres o no de consumir… todos sabemos cómo la sociedad margina al distinto y la maquinaria del marketing nos hace pensar lo que quieren, comprar lo que quieren y ser como ellos quieren que seamos.
Vertedero en Ghana: La consecuencia del consumismo |
Cabe plantearse la eterna cuestión: “¿Piensas o te piensan?. ¿Realmente necesitamos tantas cosas o “nos preparan” mentalmente para necesitarlas? Uno de los “gurús” de la obsolescencia programada, el diseñador Brook Stevens, definió de forma lapidaria el concepto: “El antiguo enfoque europeo era crear el mejor producto y que durara para siempre. Te comprabas un buen traje para llevarlo desde tu boda hasta tu entierro sin poder renovarlo. El enfoque americano es crear un consumidor insatisfecho con el producto que ha disfrutado, que lo venda de segunda mano y que compre lo más nuevo con la imagen más nueva”.
El 15 de marzo de 1962 cuando el presidente de EEUU, John F. Kennedy, declaró ante el Congreso: «Todos nosotros somos consumidores», hizo la mayor definición de lo que es la sociedad actual. Afortunadamente, como se ve en el reportaje, hay personas que están reaccionando a esta situación, tal vez no son muchas ni tienen demasiada fuerza, pero al menos es un comienzo. Espero que este documental sirva para reflexionar y que se propague para que sea conocido por el mayor número de personas posible. Tal vez dejemos de ser consumidores y volvamos a ser personas.
http://www.youtube.com/watch?v=QosF0b0i2f0
http://www.rtve.es/noticias/20110104/productos-consumo-duran-cada-vez-menos/392498.shtml
Es un reportaje terrible, pero estoy segura de que todo es verdad, gracias por darlo a conocer. Pili Segura
ResponderEliminarHola Pili ¡qué alegría tenerte por aquí! efectivamente es un documental muy desagradable por lo que representa, pero yo también estoy convencida de que lo que se dice (que seguro que no lo cuentan todo) es totalmente cierto, simplemente se requiere un mínimo de capacidad de observación.
ResponderEliminarEn fin, una vez que se conoce este hecho, cada persona debe decidir si prefiere seguir mirando hacia otro lado o hacer algo al respecto, como para todo, existe el libre albedrío.
Besos y nos mantenemos en contacto
que cosa más horrible!
ResponderEliminarCierto, Anónimo, lo es. Saludos
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