El animal que da nombre a la Garduña |
Los seres humanos tenemos una tendencia, supongo que innata, a juzgar los hechos históricos desde la perspectiva contemporánea, lo que, a mi entender es un gran error, puesto que el contexto sociocultural en el que se produce determinado suceso es determinante para el desarrollo del mismo. Es muy difícil entender lo que sucedió, por poner un ejemplo, en un momento determinado de la Edad Media con los valores, conocimientos y medios que tenemos hoy en día, puesto que son incompatibles, hay que tratar de entender la forma de ser y pensar de la época.
Hoy me gustaría hablar de una organización tan sórdida como fascinante, que se dio en llamar la Garduña y de la que no se conoce demasiado. Cuando en el párrafo anterior decía que se deben juzgar los hechos dentro del contexto que se dieron, era con la intención de que se vea la existencia de la Garduña en el marco de su época, no a través de los ojos de una persona del siglo XXI. Fue un grupo delictivo que en un principio se protegió y, una vez dejó de ser útil, pasó a ser perseguido. Aunque ellos se resistieron a desaparecer. Mero instinto de supervivencia.
Sus orígenes se remontan a mediados del siglo XV, algunos los sitúan en Toledo. En realidad comenzó su andadura como una especie de hermandad que aglutinaba a delincuentes del más variado pelaje y con una estructura jerárquica totalmente definida. Hay que entender que en aquel entonces, España estaba inmersa en el proceso de la Reconquista y la Garduña se empleó en la “limpieza” de musulmanes y judíos con total entusiasmo. De hecho, al menos en apariencia, su leiv-motiv era la defensa a ultranza del la hegemonía católica en España. Pero era un grupo muy versátil, sus hazañas eran variadas: saqueaban, quemaban, robaban, mataban…
La Corona hizo la vista gorda a sus andanzas paralelas, ya que su entrega a la causa de la Reconquista era sumamente beneficiosa para sus intereses, del mismo modo, la Inquisición encontró en esta organización un aliado de primer orden. El problema se produjo una vez culminada la Reconquista. La Garduña pasó de ser un grupo eficaz e incluso necesario, a ser un verdadero engorro. Exigían pagos muy elevados y sus métodos de “trabajo” eran escandalosos, incluso para aquella violenta época.
Así que el rey Fernando el Católico decidió, haciendo bueno el refrán que dice “mal paga el diablo a quien bien le sirve”, deshacerse de la Garduña de forma expeditiva, es decir, por las armas. Pero no se trataba de un grupo de amiguetes que se reunían para pelear cuando no tenían nada mejor que hacer. Por el contrario, eran hombres escogidos selectivamente, adiestrados como militares de élite, que se movían en las sombras y cuya falta de escrúpulos era legendaria.
La Garduña pasó a ser un grupo totalmente clandestino y adoptó las características propias de una sociedad secreta. Su sede principal se instaló en Sevilla y siguió gozando del favor del Santo Oficio (la Inquisición), del que, en muchos casos, fue brazo ejecutor; diciéndolo claramente: hacían todos los trabajos sucios que el Santo Oficio encomendase. La organización adquirió una estructura por grados y se subdividían en varios grupos, según el tipo de trabajo que realizaban. Curiosamente, en la Garduña participaban mujeres para las que se destinaban roles muy concretos. Conozcamos la distinción por labores:
Los Chivatos eran los recién llegados y a ellos se destinaban los trabajos más serviles. También eran espías y exploraban el terreno previo al ataque. Eran entrenados para imitar ruidos de distintos animales que luego utilizaban como lenguaje secreto entre los miembros de la orden. También estaban las Coberteras, que eran mujeres que realizaban las funciones de cebo para propiciar los ataques. Se acercaban a los viajeros que atravesaban los caminos, preferentemente en solitario, distraían a los incautos tonteando con ellos hasta que, una vez que habían bajado la guardia, eran atacados por el resto del grupo.
En un nivel algo más sofisticado estaban las llamadas Sirenas, que eran mujeres jóvenes y hermosas que se hacían pasar por amas de cría, para introducirse en las casas de familias importantes. Los Soplones eran hombres maduros, que se encargaban de las gestiones económicas, los sobornos, los tratos con la Inquisición, etc.
El grueso del grupo residía en los Floreadores, que eran hombres jóvenes y duramente preparados para la lucha, en su mayoría exconvictos. Podríamos decir que eran los soldados rasos de la organización. Los Punteadores eran hombres que destacaban por sus dotes como espadachines y estaban menos embrutecidos que los Floreadores, lo que les permitía relacionarse con prácticamente todos los estratos sociales. De este elitista grupo solían seleccionarse los Guapos, que eran los cabecillas de los distintos grupos de ataque, mientras que los Maestros eran los jefes de tipo más administrativos, podría decirse que eran los directivos de la hermandad.
Por último estaban los Capataces que eran los jefes regionales y que dependían directamente del Hermano Mayor, que sería el cabecilla de toda la organización. Como puede verse, no se trataba de una turba desordenada y violenta, sino de una máquina de precisión que trabajaba siguiendo un orden perfecto y nada se dejaba al azar. Y es que sus actividades eran muy variopintas. Sobornos a cargos públicos, chantaje, venta de falsos testimonios en los juicios, falsificación de documentos, extorsión, secuestro…
Estas prácticas tan oscuras, han hecho que algunos autores hayan visto en la Garduña el precedente que luego daría lugar a la Camorra italiana. La verdad es que el entramado mafioso de esta oscura organización no tiene nada que envidiar a la mafia que durante el siglo XX azotó, y aún sigue azotando, a Italia y que fue exportada a los Estados Unidos.
La Garduña resistió durante siglos por su organización tan bien estructurada pero también por una excelente administración económica. Tenían unas tarifas muy elevadas y eran muy serios a la hora de llevar a cabo los trabajos encomendados. Para ellos la palabra era sagrada, nunca faltaban a sus compromisos, en ese aspecto eran tremendamente formales. Además eran limpios, no quedaba un papel, un documento, que pudiera relacionar a nadie con el “trabajito” del momento.
Los pagos por los servicios prestados se realizaban en dos mitades: la primera cuando se realizaba el encargo, la segunda una vez concluido el trabajo. El monto total se dividía en tres partes iguales: la primera para los miembros de la organización que habían realizado el trabajo encomendado, la segunda para los gastos generales de la orden y la última iba a los fondos generales, que no podía tocarse salvo caso excepcional. De este modo el poder económico de la Garduña era importante y en su nómina entraban jueces, gobernadores… todos los altos cargos imaginables. Eran prácticamente intocables.
Sin embargo, algo cambió con la entrada del siglo XIX. La Garduña empezó a ser investigada y acorralada. Los motivos exactos se desconocen, tal vez algunos personajes importantes se cansaron de pagar sus extorsiones o se sintieron amenazados… El caso es que en el año 1.822 se realizaron detenciones y registros. El más fructífero fue el que se hizo en la casa del Hermano Mayor de aquel momento, Francisco Cortina (algunos dicen que se llamaba Alfonso). A pesar de la asepsia de la que hacía gala la Garduña para tapar sus huellas, se encontró un libro en el que se relataban las actividades de la organización tiempo atrás.
Se supo así que desde 1.520 hasta 1.667, la Garduña había trabajado con el Santo Oficio, constatándose todo tipo de asuntos en común: desde asesinatos a falsos testimonios en los juicios contra herejes, las transacciones monetarias entre ambas organizaciones eran cuantiosas y frecuentes y quedaba constancia de algunas de ellas. Pero esto fue todo lo que se halló. Ningún documento que implicase a la organización en transacciones dudosas o hechos delictivos
En noviembre de ese mismo, Cortina y dieciséis miembros más de la orden, probablemente Capataces, fueron ejecutados públicamente, lo que teóricamente, acabó definitivamente con la siniestra orden.
Como despedida, me parece interesante anotar la leyenda sobre la que, supuestamente, se fundamentaba la fundación de la Garduña. Un ermitaño, de nombre Apolinario, que vivía en Sierra Morena, fue visitado por la Virgen, que tenía para él una revelación. Sobre España pendía la amenaza de un castigo divino terrible, la única forma de eludir tal amenaza, sería derrotar a los musulmanes.
La Virgen dio al ermitaño un botón que provenía de la túnica de Jesús. El botón salvaría a quien lo llevara de cualquier desgracia en la lucha. Apolinario decidió reclutar un ejército de hombres entregados a la causa en el nombre de la Virgen. La recompensa sería recibir los bienes de los musulmanes derrotados. Evidentemente, el grupo tenía carta abierta para hacer cualquier cosa, puesto que estaban encomendados al más alto poder, la Virgen. Así que esta es la historia que circulaba sobre sus orígenes y su falta de miramientos a la hora de perpetrar las mayores barbaridades. De hecho, se dice que antes de cualquier ataque se encomendaban a la Virgen.
A día de hoy la opinión sobre la Garduña está dividida en dos posturas casi opuestas: una de ellas duda de la existencia de esta organización, basándose en la ausencia de documentos que prueben fehacientemente que alguna vez hubo una Garduña. En el otro extremo, están los que dicen que, lejos de desaparecer con la muerte de Cortina, la Garduña renació en América del Sur a mediados del siglo XIX y aún hoy está activa. De hecho, se dice que habría dos ramas operando en España en la actualidad y que están irreconciliablemente enfrentadas entre sí.
Mis mayores deseos de PAZ Y AMOR para todos los lectores y especialmente para Cristilof
ResponderEliminarIsaac
Hola, Isaac
ResponderEliminarTe deseo felices fiestas, bueno a ti y a todos los amigos del blog. Recibí tu correos, muchas gracias, me gustó mucho. Espero que lo pases bien con tu familia y seres queridos y que entres con buen pie en el nuevo año
¡Feliz Navidad!