Tarot Mítico - Tricia Newell |
Juliete Sharman-Burke y Liz Greene publicaron
en 1.986 “El Tarot Mítico” (editorial Edaf), una propuesta sumamente original
sobre el recorrido de la carta del Loco a través de los distintos Arcanos. El
enfoque de este libro es la asociación de cada una de las cartas del Tarot con
los mitos griegos. Además, el libro viene acompañado por una hermosa baraja
ilustrada por Tricia Newell.
En esta ocasión, os presento el
capítulo dedicado al Arcano VII, El Carro, en el que las autoras recrean el
mito de Ares. Primero, una breve descripción de la carta y su simbología a modo
de introducción, después la recreación del mito.
“La carta del Carro retrata a un
hombre hermoso y viril, con un pelo rizado de color castaño rojizo, los ojos
azules y la tez colorada, conduciendo un carro de guerra de bronce y una túnica
roja como la sangre. En su cadera hay un escudo de bronce, y en su costado se
balancea una gran lanza. Él empuña las riendas de los dos caballos, uno blanco
y otro negro, que tiran hacia direcciones opuestas ante él. El camino
polvoriento por el que viaja serpentea hacia un paisaje rojizo, como un
desierto, mientras que el cielo amenaza con una tormenta inminente.
El paisaje desértico que atraviesa
Ares carece de agua: una imagen de la falta de sentimiento y comunión en la que
prosperan los impulsos agresivos. Ares y Afrodita no se han atraído aún
mutuamente, como quiera que los instintos de lucha y de unión están de algún
modo secretamente relacionados.
La lanza de Ares es el símbolo
tradicional de la masculinidad: una imagen del poder fálico y de la potencia,
tanto en los hombres como en las mujeres.
El caballo negro y el caballo blanco,
como las dos columnas en la carta de la Suma Sacerdotisa, reflejan la potencialidad,
tanto para el bien como para el mal, contenido en el instinto agresivo”.
“Aquí encontramos a Ares, dios de la
guerra, que, según la mitología, fue concebido por Hera, reina de los dioses,
sin semen masculino. Como dios de la guerra, Ares disfrutaba peleando. Sus dos
escuderos, Deimos (Miedo) y Fobos (Terror) -posiblemente sus hijos- le
acompañaban en el campo de batalla. A diferencia de la diosa Atenea, que, como divinidad
de la guerra, representaba la estrategia fría y la logística, Ares amaba el
ardor y la gloria de la batalla en sí misma, y el desahogo exultante de su
fuerza al desafiar a los enemigos.
Ares era, en muchos aspectos, un dios
que no despertaba simpatías, porque se le asociaba con la lucha y con el
derramamiento de sangre, y el Olímpico Zeus y Atenea le detestaban por su
fuerza bruta y por su falta de finura. Pero Afrodita, diosa del amor, tenía
diferentes gustos. Impresionada por el vigor del hermoso guerrero, al que sin
duda comparaba con su repulsivo esposo Hefesto, dios del fuego, se enamoró de
Ares. Muy pronto el sentimiento fue recíproco. Ares aprovechó sin escrúpulos la
ausencia de Hefesto para deshonrar el lecho marital. Pero el marido descubrió
el adulterio y planeó una venganza ingeniosa. Forjó en secreto una malla tan
fina que no se podía ver, pero tan fuerte que no se podía romper. Colocó esta
red encima de la cama donde los amantes solían retozar. Cuando la pareja
volviera a hacer el amor y posteriormente se quedaran dormidos, la red
invisible se extendería sobre ellos, y Hefesto llamaría a todos los dioses para
que presenciaran la vergüenza de su esposa y de su amante. Pero el ardor de
Ares no fue extinguido por su turbación y más tarde, de su unión con Afrodita,
nació una hija, Armonía, cuya cualidad, como su nombre indica, era un armonioso
equilibrio de amor y lucha.
A nivel interno, Ares, el conductor
del Carro, es una imagen de los instintos agresivos guiados y dirigidos por la
voluntad de la conciencia. Los caballos que tiran del Carro en direcciones
opuestas son retratos de los impulsos animales que están en pugna dentro de
nosotros, impulsos llenos de vitalidad y reacios todavía a trabajar en armonía.
Deben ser manejados con fuerza y con firmeza, sin reprimirlos ni forzarlos, o
perderemos el poder y la fuerza para defendernos en la vida y seguir nuestro
camino. Ares, el dios sin padre, es en cierto aspecto una imagen de la
agresividad natural y de los instintos competitivos del propio cuerpo, porque
él carece del padre espiritual arquetípico que podía proporcionarle la visión y
el significado. Pero su voluntad férrea y su gran valor son una dimensión
necesaria de la forma de ser humano, porque la visión espiritual por sí sola no
es suficiente para sobrevivir en un mundo competitivo y difícil.
Tras haber suscitado un conflicto como
resultado de sus elecciones en amor, el Loco ha de enfrentarse ahora con la
segunda gran lección de la vida: el aparato creativo de los violentos y
turbulentos impulsos de la naturaleza instintiva. Por eso, a través de la
figura de Ares, el conductor del Carro, llega a la madurez. En la carta de los
Enamorados, el Loco es todavía un adolescente, impulsado por románticos sueños
y por el deseo de poseer un objeto bonito. Pero a través del Carro aprende a
hacerse responsable de sus acciones como un hombre, y afronta la cólera y el
conflicto que ha generado tanto dentro como fuera de sí mismo.
Tarot Scapini |
Como el Loco, nosotros –hombres y
mujeres- tenemos que aprender a luchar con nuestros enemigos y con los impulsos
guerreros que hay en nosotros mismos, si queremos sobrevivir en la jungla de la
vida. En la mitología, Ares siempre se mete en líos, bien por una disputa
enojosa con alguien, bien por la cruel persecución de un objeto amoroso. Pero
él sobrevive a todas sus humillaciones y derrotas, y sale fortalecido. Por fin
engendra una criatura que encarna la serenidad que se puede encontrar al final
de un conflicto que ha sido llevado de forma creativa.
La lucha que Ares
encarna es una experiencia necesaria. Aunque intentemos llegar a estar
espiritualmente comprometidos o a amar generosamente, las tendencias agresivas
que hay en nosotros no mueren. Pueden ser rechazadas y relegadas al
subconsciente, donde vuelven a surgir como enfermedad o son proyectadas sobre
otros que entonces desatan agresividad sobre nosotros. Pero si conseguimos
hallar el reto de Ares, entonces podemos ser más honrados con esta fuerza vital
que tenemos dentro, y la lucha por aprender a contenerla y dirigirla fomenta el
desarrollo de toda la personalidad.
A nivel adivinatorio, cuando aparece
al echar las cartas el Carro presagia conflicto y lucha que puede dar como
resultado una personalidad más fuerte. Uno puede llegar a enfrentarse no
solamente con la agresividad de los demás, sino con las tendencias competitivas
y agresivas propias. Este conflicto no se puede evitar, sino que hay que
afrontarlo con fuerza y con tesón. Por eso el Loco llega a la armonía
aprendiendo a manejar sus propias contradicciones, y pasa del mundo de la
adolescencia a la siguiente etapa de su camino”.
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