La
película que comentaré hoy, es la adaptación para el cine de un relato corto
del prolífico Stephen King y que en algunos países se llamó “Bala de plata”.
Fue dirigida en 1.985 por Daniel Attias y es un homenaje al cine de terror
adolescente de los años ochenta, en su derivación temática de hombre lobo,
siguiendo la estela de otras películas de la época que tuvieron bastante éxito,
en ocasiones más de público que de crítica, tipo “Aullidos” (Joe Dante, 1.981)
o “Un hombre lobo americano en Londres” (John Landis, 1.981), que analicé hace
ya tiempo .
Marty
Coslaw (Cory Haim) es un niño de 11 años que vive en un pequeño pueblo llamado
Tarker’s Mills. A pesar de tener la parte inferior del cuerpo paralizada, en
lleva una vida completamente normal, moviéndose por todas partes con su silla
de ruedas motorizadas y, como buen pre adolescente que se precie, haciéndole
imposible la vida a su hermana mayor, Jane (Megan Follows), narradora de la
historia. La tranquila localidad, que se encuentra en fiestas, se ve
sorprendida por varias muertes violentas a las que el cuerpo de policía local,
encabezado por el Sheriff Joe Haller (Terry Quinn), no sabe dar una
explicación. El sangriento asesinato de su amigo Brady (Joe Wright), hace
sospechar a Marty que algo maligno está acechando en la oscuridad, quizás un
hombre lobo.
Las
muertes continúan y un nutrido grupo ciudadano decide realizar una batida nocturna
por el bosque para encontrar al culpable, pese a los intentos del sheriff y del
reverendo Lowe (Everett McGill) por impedirlo. El resultado es una auténtica
carnicería que se salda con varias muertes. Ante estos hechos, las autoridades
deciden estableces el toque de queda, lo que conlleva la suspensión de los
fuegos artificiales, lo que supone una gran decepción para Marty ya que esperaba
ese momento con especial ilusión. Pero su tío Red (Gary Busey), que se ha
instalado con la familia durante un tiempo para superar sus problemas
sentimentales y de adicción al alcohol, le tiene preparadas dos sorpresas: una
potente y sofisticada silla de ruedas a motor nueva y un juego de pirotecnia.
Marty
decide alejarse de noche para estrenar su nuevo bólido y explotar los cohetes
en un puente en las afueras del pueblo. Pero, mientras disfruta de sus fuegos
artificiales particulares, se encuentra cara a cara con el culpable de las
muertes: un espantoso (literalmente) hombre lobo que le intenta agredir. Marty
le incrusta su último cohete en un ojo y después huye. Ahora ya sabe que un
hombre lobo habita en Tarker’s Mills y será fácil averiguar su identidad, solo tiene
que encontrar a aquel que tenga un ojo prácticamente destrozado, y acabar con
él con una bala de plata, como manda la tradición. Para ello diseña un plan de
ataque con la ayuda de su hermana y la complicidad condescendiente de su tío
Red.
¿Qué
os puedo decir? Es una película tremendamente ochentera, tanto por la estética como
por el espíritu. Pero a quienes fuimos adolescentes en esa década, nos invaden
estos ataques de nostalgia que nos llevan a juzgar con demasiada benevolencia
algunos disparates de la época; reconozco que, en general, me lo pasé pipa en
esos años y me invade una sensación de ternura cuando reviso aquellas películas
que se perpetraron entonces (y digo bien, no se hicieron, se perpetraron)
porque me trasladan a otro mundo, un mundo más feliz. Si dejo que el espíritu
crítico de la adulta que soy a día de hoy opine sobre la película, entonces os
diría que es mala de solemnidad, ha envejecido regular, el hombre lobo es uno
de los más lamentables que he visto… pero es adorablemente cutre.
En
“Miedo azul” podemos encontrar algunas caras conocidas como la de un joven
Terry Quinn, el famoso señor Locke de la serie “Perdidos” (Lost), secundarios
de lujo como Everett McGill (“Twin Peaks”) y Gary Busey (“Alma letal”, “Predator
2”…) y, cómo no, un niño encantador como era Corey Haim, al que siempre
recordaré tanto en esta película como en “Jóvenes ocultos” (The lost boys,
1.987) y que falleció antes de cumplir los 30 años sin lograr reeditar en su
corta edad adulta los éxitos de obtuvo en la niñez y adolescencia.
No
es una película que tenga demasiado que analizar. Se trata de un mero
entretenimiento para pasar el rato y disfrutar sin complicaciones. Quienes me
conocen saben que a mí me gusta que en las películas pasen cosas, que haya
diálogos y acción, me aburren los interminables minutos de metraje en los que la
cámara se recrea en el mismo paisaje, o contemplando la cara de cualquier
personaje durante un largo rato. Si coincidís en esto, “Miedo azul” no os
defraudará.
Tal
vez debería mencionar, aunque sea de forma mínima, a Stephen King, ya que la
película se basa en su novela corta “El ciclo del hombre lobo” y él mismo se
encargó de adaptar el guión para la versión cinematográfica. Stephen King es un
autor con una imaginación superlativa y más superlativa aún es su capacidad de
trabajo. Durante mucho tiempo yo estaba convencida de la existencia de un
equipo en la sombra que escribía, si no todas, al menos parte de sus novelas;
me parecía increíble que una sola persona pudiera ser tan productiva y mantener
un cierto nivel de calidad en sus obras. Ahora ya no lo pienso, conozco gente
que es capaz de realizar de forma eficaz una cantidad de tareas que a mí me
resulta portentosa, así que, el hecho de que yo diste mucho (pero mucho) de
alcanzar tales cuotas de productividad, no quiere decir que no exista quien
pueda hacerlo.
Supongo
que, como en todo en esta vida, hay gente que adora a Stephen King, pero
también cuenta con un buen número de detractores. Yo me sitúo en un punto
intermedio: hay novelas que me gustan y otras que me resultan soporíferas. Y,
para mi gusto, reconozco que un punto fuerte de su obra está en las
adaptaciones, tanto para el cine como para la televisión, al menos las que
conozco, me han gustado bastante. Tal vez dedique más adelante un especial a la
obra de Stephen King o quizás a las series y películas basadas en su novela.
Por
el momento, os dejo este enlace para disfrutar de ella, no es fácil encontrarla
por internet, así que… ¡buen provecho!
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