Muchas veces, cuando hablamos de gafes, nos referimos a personas que parece que van llevando la mala suerte a donde quiera que vayan. Pero ¿qué sucede cuando el gafe no es una persona, sino un objeto? Se podría decir que el submarino alemán U-65, protagonista del post de hoy, estaba absolutamente gafado. Sus comienzos ya auguraban una historia que, en su corta vida, acumuló la suficiente cantidad de muertes y desgracias como para considerar que la suerte y el U-65 discurrían por caminos paralelos que jamás se encontraron.
Su carrera “gafística” empieza el año 1.916 en el astillero de Brujas (Bélgica) durante su construcción; una viga destinada a la eslora de cubierta mató a un obrero al caerle encima. En las pruebas iniciales de navegación, tres miembros de la tripulación murieron asfixiados al llenarse de gas la sala de máquinas. El Almirantazgo mantuvo estos hechos en secreto, no olvidemos que Alemania estaba inmersa en la Primera Guerra Mundial.