Sin duda es una imagen odiada, temida y también adorada por ser mal entendida. El Diablo del Tarot no representa la figura del Ángel Caído, no es el rival de Dios. Muy al contrario, representa algo mucho más terrenal y mundano: nuestro lado más oscuro. Es esa sombra que todos tenemos y que, en la mayoría de las ocasiones, no queremos reconocer en nosotros mismos pero si que detectamos rápidamente en los demás.
Esta figura un tanto desagradable se yergue sobre un remedo de la piedra cúbica, que es en realidad un rectángulo oscuro (el conocimiento incompleto) ante un fondo negro que representa nuestra ignorancia. Esta piedra está adornada en su parte frontal con una gruesa argolla de la que cuelgan las cadenas que aprisionan a dos personajes que recuerdan, de forma sospechosa, a las figuras que ya vimos en la carta de los Enamorados.