Francisco de la Vega Casar nació en un pueblo cántabro llamado Liérganes, junto al cauce del río Miera. Desde muy pequeño estableció una relación con el agua impresionante; así como otros niños se entretenían jugando en las calles del pueblo, Francisco prefería nadar en el río durante horas. En el año 1.672, al cumplir los 16, sus padres le enviaron a Las Arenas (Vizcaya) para trabajar como aprendiz de carpintero. Pero esto no impidió que siguiera dedicando todo su tiempo libre a la natación, simplemente cambió el escenario y en la ría encontró el lugar perfecto para nadar.
El 23 de junio de 1.674, sus amigos empezaron a preocuparse, sabían que había ido a nadar a la ría, pero nadie le volvió a ver. Ese día el mar estaba embravecido y, a pesar de su pericia, estaba claro que Francisco se había ahogado. La historia no habría quedado más que en una triste anécdota si no fuera porque cinco años después, en la bahía de Cádiz, en el otro extremo de la península, unos pescadores atisbaron en el agua un ser misterioso, que parecía mitad hombre mitad pez, de considerable tamaño.
Era una época en la que las supersticiones tenían un gran peso y más aún entre los hombres del mar. Así que el rumor de la existencia de algún tipo de monstruo en la bahía se extendió como la pólvora y fueron muchos los testimonios que aseguraban haber visto al ser. Los pescadores decidieron apresarlo, para lo que crearon un ingenioso sistema de redes con cebos de carne y pan. Su paciencia se vio recompensada y la presa cayó en la trampa.
La sorpresa fue mayúscula, al comprobar que lo que habían pescado era un hombre, aunque su apariencia era increíble: sus dedos se unían por una membrana y dos listas de escamas recorrían su tronco tanto por la parte delantera como por la espalda recorriendo la columna vertebral. Otro detalle interesante, además de su considerable altura, un metro ochenta centímetros, muy alto para la época, era su pelo completamente pelirrojo, cosa que en aquellos tiempos no estaba muy bien visto, casi se consideraba como indicio de algún tipo de trato diabólico.
Estatua del hombre-pez en Liérganes |
La historia del llamado hombre–pez de Liérganes no es mitología, ni forma parte de la tradición legendaria, es un suceso perfectamente documentado y avalado por testimonios de personalidades de prestigio de la época. Por este suceso se interesó Fray Benito Jerónimo Feijoo, que recogió el resultado de sus pesquisas e impresiones en su obra “Teatro Crítico Universal” en el tomo 6º, discurso octavo: Examen filosófico de un peregrino suceso de estos tiempos.
Hay que recordar que Feijoo (1.676 – 1.764) era un ensayista de gran prestigio, considerado como uno de los precursores de la ilustración en España y cuyas obras, de carácter sobre todo pedagógico, pretendían acabar con la superstición tan arraigada en la gente de aquella época, por medio de la razón y la lógica científica. Por esto, su visión del caso es doblemente valiosa. Conozcamos los hechos históricos para que luego cada uno pueda especular con las posibles explicaciones.
Francisco de la Vega Casar nació en un pueblo cántabro llamado Liérganes, junto al cauce del río Miera. Desde muy pequeño estableció una relación con el agua impresionante; así como otros niños se entretenían jugando en las calles del pueblo, Francisco prefería nadar en el río durante horas. En el año 1.672, al cumplir los 16, sus padres le enviaron a Las Arenas (Vizcaya) para trabajar como aprendiz de carpintero. Pero esto no impidió que siguiera dedicando todo su tiempo libre a la natación, simplemente cambió el escenario y en la ría encontró el lugar perfecto para nadar.
El 23 de junio de 1.674, sus amigos empezaron a preocuparse, sabían que había ido a nadar a la ría, pero nadie le volvió a ver. Ese día el mar estaba embravecido y, a pesar de su pericia, estaba claro que Francisco se había ahogado. La historia no habría quedado más que en una triste anécdota si no fuera porque cinco años después, en la bahía de Cádiz, en el otro extremo de la península, unos pescadores atisbaron en el agua un ser misterioso, que parecía mitad hombre mitad pez, de considerable tamaño.
Era una época en la que las supersticiones tenían un gran peso y más aún entre los hombres del mar. Así que el rumor de la existencia de algún tipo de monstruo en la bahía se extendió como la pólvora y fueron muchos los testimonios que aseguraban haber visto al ser. Los pescadores decidieron apresarlo, para lo que crearon un ingenioso sistema de redes con cebos de carne y pan. Su paciencia se vio recompensada y la presa cayó en la trampa.
La sorpresa fue mayúscula, al comprobar que lo que habían pescado era un hombre, aunque su apariencia era increíble: sus dedos se unían por una membrana y dos listas de escamas recorrían su tronco tanto por la parte delantera como por la espalda recorriendo la columna vertebral. Otro detalle interesante, además de su considerable altura, un metro ochenta centímetros, muy alto para la época, era su pelo completamente pelirrojo, cosa que en aquellos tiempos no estaba muy bien visto, casi se consideraba como indicio de algún tipo de trato diabólico.
Puntos geográficos de la historia del hombre-pez |
Fue llevado al convento de San Francisco donde se hizo cargo de él el Santo Oficio. El hombre-pez, como así fue bautizado, fue sometido a terribles interrogatorios, pero sólo consiguieron arrancar de sus labios una palabra: Liérganes. Dio la casualidad de que un muchacho que trabajaba en el puerto, provenía de aquella zona y conocía perfectamente ese pueblo. El secretario del Santo Oficio, Domingo de la Cantolla, responsable del caso, decidió mandar con urgencia una comisión al pueblo nombrado el hombre-pez. Tenemos que pensar que en el siglo XVII las comunicaciones no son como ahora, hoy con descolgar un teléfono y hacer un par de llamadas, habría bastado, pero sus recursos eran los que eran, así que los mensajeros enviados, tardaron en volver muchas semanas.
El resultado de sus pesquisas dejó perplejo a todo el mundo. En Liérganes puedieron conocer la historia de Francisco de la Vega Casar. Así que fue ordenado el traslado del hombre-pez a dicha localidad con la intención de que la familia pudiese comprobar si era o no el joven desaparecido. Hecho que se produjo en 1.680.
La madre, María Casar, no dudo ni un solo instante. Era su hijo. También fue reconocido por sus hermanos y vecinos. Así que el hombre-pez volvió a casa y allí se quedó… por un tiempo. Su reinserción en la vida del pueblo no fue nada fácil. Se pasaba las horas tumbado en el suelo, no hablaba apenas, tan solo algún monosílabo o palabra suelta, no era capaz de mantener una conversación básica (o tal vez no quería).
Un día, dos años después de su regreso a Liérganes, el hombre-pez logró escaparse de la casa familiar, algunos vecinos vieron como se tiró al río Miera, aunque intentaron impedirlo sin éxito. Desapareció de su vista nadando, para nunca más volver.
El resultado de sus pesquisas dejó perplejo a todo el mundo. En Liérganes puedieron conocer la historia de Francisco de la Vega Casar. Así que fue ordenado el traslado del hombre-pez a dicha localidad con la intención de que la familia pudiese comprobar si era o no el joven desaparecido. Hecho que se produjo en 1.680.
La madre, María Casar, no dudo ni un solo instante. Era su hijo. También fue reconocido por sus hermanos y vecinos. Así que el hombre-pez volvió a casa y allí se quedó… por un tiempo. Su reinserción en la vida del pueblo no fue nada fácil. Se pasaba las horas tumbado en el suelo, no hablaba apenas, tan solo algún monosílabo o palabra suelta, no era capaz de mantener una conversación básica (o tal vez no quería).
Un día, dos años después de su regreso a Liérganes, el hombre-pez logró escaparse de la casa familiar, algunos vecinos vieron como se tiró al río Miera, aunque intentaron impedirlo sin éxito. Desapareció de su vista nadando, para nunca más volver.
Fray Benito Jerónimo Feijoo |
Hasta aquí la historia que se conoce. Es momento de especular sobre la explicación.
Por un lado tenemos la vertiente más sobrenatural, como la que hablaría de la existencia de seres marinos, mitad hombre mitad pez, algo así como tritones, que apuntó Feijoo. En su defensa hay que decir que en un principio se mostró bastante reticente a creer la historia, pero la documentación oficial sobre el caso y los testimonios de personajes ilustres que certificaban su autenticidad, hicieron que acabase por creer realmente en la existencia de un ser acuático extraordinario.
Durante muchos años la versión que se tuvo en cuenta era la de Feijoo. En el fondo, es más bonita y entretenida, pero siempre acaba llegando el “cenizo” de turno que echa abajo los mitos y hace que se esfume el encanto de lo inexplicable. El “cenizo” de esta historia es una auténtica eminencia médica en la historia española del siglo XX. Nada menos que el doctor Gregorio Marañón.
Si somos serios, nuestra primera reacción debería ser buscar una explicación natural para comprender lo sucedido. El dr. Marañón, hombre de amplia cultura y gustos muy diversos se interesó por el caso. Sus conclusiones fueron publicadas en un capítulo de su libro “Las ideas biológicas del padre Feijoo", en el cuál rebatía las teorías de Feijoo sobre el hombre-pez. El dr. Marañón concluyó que Francisco de la Vega sufría Cretinismo: Estado morboso congénito debido a disfunción o ausencia del tiroides, detención del desarrollo físico y mental, distrofias y deformidades múltiples; endémico en ciertos países montañosos, y también Ictiosis: Enfermedad de la piel caracterizada por la sequedad y formación de masas epidérmicas semejantes a escamas.
El cretinismo explicaría que Francisco actuase de una forma tan incomprensible, su mutismo y reacciones infantiles estarían perfectamente englobados en los síntomas visibles asociados a esta enfermedad. No sería nada raro que un día decidiese abandonar Las Arenas y se dedicara a vagar por los caminos, tal vez de ese modo llegase hasta Cádiz, puede que su intención no fuese más que volver a su hogar en Liérganes. Como varios lugareños vieron como se bañaba en el mar, y luego se supo que apareció en las costas gaditanas, se decidió que había llegado a nado. Así comenzó el mito.
Si a todo esto unimos su aspecto físico: pelo rojo, piel con escamas (por la ictiosis) y su gusto por el agua, era muy fácil que la leyenda no hiciese sino aumentar. Pero el dr. Marañón insiste en que todos estos datos no son sino síntomas de cretinismo y además apunta un dato muy interesante y es que esta enfermedad, como ya hemos visto en su descripción, es propia de las poblaciones de montaña y en aquellos tiempos era muy frecuente en la región montañosa santanderina, zona en la que se ubica Liérganes.
También el dr. Marañón explica las capacidades natatorias de Francisco, así como sus largas inmersiones por la insuficiencia tiroidea, que está con frecuencia ligada a las personas que padecen ictiosis. Se ha podido comprobar experimentalmente que a menor cantidad de tiroxina segregada, menor es la necesidad de oxígeno, de ahí que la resistencia bajo el agua es mucho mayor que la de una persona en condiciones normales.
Independientemente de todo esto, hay preguntas para las que aún no hay respuestas, por ejemplo: ¿cómo llegó Francisco a la bahía de Cádiz? ¿qué pasó desde su desaparición en Las Arenas hasta su reaparición en Cádiz?
Os he presentado la historia, las dos explicaciones que se dan: hecho sobrenatural o enfermedad, así podéis pensar qué opción os parece más plausible. Aunque a mí me parece más razonable la de nuestro “cenizo” de hoy, me entusiasma mucho más un mundo en el que hay seres fantásticos poblando el mar, el aire, etc. Así que os remito un enlace para que podáis leer lo que Feijoo escribió al respecto:
http://www.filosofia.org/bjf/bjft608.htm
Por un lado tenemos la vertiente más sobrenatural, como la que hablaría de la existencia de seres marinos, mitad hombre mitad pez, algo así como tritones, que apuntó Feijoo. En su defensa hay que decir que en un principio se mostró bastante reticente a creer la historia, pero la documentación oficial sobre el caso y los testimonios de personajes ilustres que certificaban su autenticidad, hicieron que acabase por creer realmente en la existencia de un ser acuático extraordinario.
Durante muchos años la versión que se tuvo en cuenta era la de Feijoo. En el fondo, es más bonita y entretenida, pero siempre acaba llegando el “cenizo” de turno que echa abajo los mitos y hace que se esfume el encanto de lo inexplicable. El “cenizo” de esta historia es una auténtica eminencia médica en la historia española del siglo XX. Nada menos que el doctor Gregorio Marañón.
Si somos serios, nuestra primera reacción debería ser buscar una explicación natural para comprender lo sucedido. El dr. Marañón, hombre de amplia cultura y gustos muy diversos se interesó por el caso. Sus conclusiones fueron publicadas en un capítulo de su libro “Las ideas biológicas del padre Feijoo", en el cuál rebatía las teorías de Feijoo sobre el hombre-pez. El dr. Marañón concluyó que Francisco de la Vega sufría Cretinismo: Estado morboso congénito debido a disfunción o ausencia del tiroides, detención del desarrollo físico y mental, distrofias y deformidades múltiples; endémico en ciertos países montañosos, y también Ictiosis: Enfermedad de la piel caracterizada por la sequedad y formación de masas epidérmicas semejantes a escamas.
El cretinismo explicaría que Francisco actuase de una forma tan incomprensible, su mutismo y reacciones infantiles estarían perfectamente englobados en los síntomas visibles asociados a esta enfermedad. No sería nada raro que un día decidiese abandonar Las Arenas y se dedicara a vagar por los caminos, tal vez de ese modo llegase hasta Cádiz, puede que su intención no fuese más que volver a su hogar en Liérganes. Como varios lugareños vieron como se bañaba en el mar, y luego se supo que apareció en las costas gaditanas, se decidió que había llegado a nado. Así comenzó el mito.
Si a todo esto unimos su aspecto físico: pelo rojo, piel con escamas (por la ictiosis) y su gusto por el agua, era muy fácil que la leyenda no hiciese sino aumentar. Pero el dr. Marañón insiste en que todos estos datos no son sino síntomas de cretinismo y además apunta un dato muy interesante y es que esta enfermedad, como ya hemos visto en su descripción, es propia de las poblaciones de montaña y en aquellos tiempos era muy frecuente en la región montañosa santanderina, zona en la que se ubica Liérganes.
También el dr. Marañón explica las capacidades natatorias de Francisco, así como sus largas inmersiones por la insuficiencia tiroidea, que está con frecuencia ligada a las personas que padecen ictiosis. Se ha podido comprobar experimentalmente que a menor cantidad de tiroxina segregada, menor es la necesidad de oxígeno, de ahí que la resistencia bajo el agua es mucho mayor que la de una persona en condiciones normales.
Independientemente de todo esto, hay preguntas para las que aún no hay respuestas, por ejemplo: ¿cómo llegó Francisco a la bahía de Cádiz? ¿qué pasó desde su desaparición en Las Arenas hasta su reaparición en Cádiz?
Os he presentado la historia, las dos explicaciones que se dan: hecho sobrenatural o enfermedad, así podéis pensar qué opción os parece más plausible. Aunque a mí me parece más razonable la de nuestro “cenizo” de hoy, me entusiasma mucho más un mundo en el que hay seres fantásticos poblando el mar, el aire, etc. Así que os remito un enlace para que podáis leer lo que Feijoo escribió al respecto:
http://www.filosofia.org/bjf/bjft608.htm
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