William Wirt Winchester,
era el hijo de Oliver Winchester, un fabricante de camisas y hombre de negocios
que comercializaba el primer rifle de repetición, el más utilizado por las
tropas del Norte al estallar la Guerra Civil norteamericana. El negocio constituyó
todo un éxito, ya que surtía de sus rifles tanto al gobierno como a
particulares, y así fue como Oliver Winchester se enriqueció gracias a su
empresa de carácter familiar Winchester Repeating Arms Company. El 30 de
septiembre de 1862, William Wirt Winchester contrajo matrimonio con Sarah Lockwood
Pardee, una bella joven de familia acomodada nacida en 1839, en New Haven,
Connecticut.
El 15 de julio de 1866,
Sarah dio a luz a su primera (y única) hija llamada Annie Pardee Winchester. Pero a los pocos
días, la niña contrajo una enfermedad conocida como "marasmo", un mal asociado a la
desnutrición. Y murió el 24 de julio. Sarah nunca superaría esta tragedia, se
encerró en si misma, aislándose de todo y su círculo más cercano temió que acabara
perdiendo la cordura. Cuando Sarah parecía recuperarse de su pérdida y empezaba
a asumirla, otra desgracia la golpeó. William, ahora heredero del imperio de
Winchester tras el fallecimiento de su padre en 1.880, contrajo tuberculosis y
murió el 7 de marzo de 1881. Como resultado de su muerte, Sarah heredó más de
20 millones de dólares, además de una participación de casi el 50% de la
Winchester Repeating Arms Company.
A pesar de la enorme
fortuna que había heredado, Sarah no era feliz, nunca superó del todo la muerte
de su hija y el fallecimiento de William pesaba demasiado sobre su ánimo. Hay
que entender que en esa época, el espiritismo causaba furor, y alguien aconsejó
a Sarah una sesión en la que pudiera contactar con el espíritu de William. Así
lo hizo. La sesión tuvo unos resultados sorprendentes y supondrían un giro
radical en la vida de Sarah. Según se cuenta, la medium logró invocar al
espíritu de William, que acudió para advertir a su esposa sobre una maldición
que pesaba sobre la familia Winchester. Esa maldición, que se había cobrado su
vida y la de Annie, haría su vida imposible. La causa estaba en la creación y
comercialización de las armas que habían provocado la muerte de tantas personas
y cuyas almas ahora reclamaban venganza.
La solución que proponía
el supuesto espíritu de William era que se deshiciese de su mansión en New
Haven y que se trasladase al oeste del país. Cuando llegase al lugar adecuado
lo sabría, William guiaría sus pasos. Su misión sería construir una enorme mansión
en la que retendría las almas de aquellas personas que murieron por sus armas.
Pero la construcción tendría una peculiar característica: Nunca podría cesar de
construirse; “los martillos no debían dejar de sonar ni de día ni de noche”.
Sarah tomó al pie de la letra las
recomendaciones del espíritu de William y vendió la mansión familiar de New
Haven poniendo rumbo al oeste, más concretamente a California, con un objetivo
claro: encontrar el sitio adecuado para cumplir con los supuestos deseos de su
difunto esposo. En el año 1.884 compró una propiedad en el valle de Santa
Clara, en San José (California). Se trataba de una casa que poseía 6 estancias
y se hallaba en un terreno de 162 acres. Y, a partir de ese momento, se embarcó
en las interminables obras que se prolongarían hasta su fallecimiento, en el
año 1.922.
Sin un plan concreto, sin el asesoramiento de
ningún arquitecto que tuviera en cuenta los detalles técnicos imprescindibles
para asegurar la seguridad de la construcción, Sarah contató a un capataz con
el que se reunía a diario para planificar el crecimiento de la casa. La mano de
obra era local, así que supongo que la gente de los alrededores estaría
encantada con la excéntrica señora que, aunque estaba en permanentes obras las
24 horas del día, con las molestias y ruidos que esto conlleva, proporcionó
empleo a muchos trabajadores de la zona.
Vista aérea de la Mansión Winchester |
Según pasaba el tiempo, la mansión fue
creciendo en todas direcciones, tanto en horizontal como vertical. De hecho,
amplió la altura de la edificación hasta los 7 pisos. Se construían
habitaciones que se ampliaban hasta formar alas enteras, fueron surgiendo
torres, escaleras que desembocaban en ningún lugar, armarios que al abrirlos no
tenían fondo, chimeneas ciegas, puertas que se abrían al vacío …daba igual, el
edificio en sí era lo de menos, se trataba de no dejar de construir nunca. Un
detalle muy llamativo era que Sarah no reparaba en gastos, no solo gastaba lo
necesario por las obras, también decoraba las habitaciones según se iban
creando y dotó a la mansión de comodidades como ascensores.
Se dice que una de sus obsesiones era el
número 13. La mayoría de las ventanas tenían 13 paneles de vidrio, a su vez
muchas habitaciones contaban con 13 ventanas, el invernadero tenía 13 cúpulas,…
Al fin y al cabo, la misión de Sarah era aumentar constantemente la casa, pero
no tenía indicaciones precisas sobre cómo tenía que hacerlo, por lo tanto, dio
rienda suelta a su imaginación. En el fondo, todo el edificio era una
construcción incongruente, una especie de laberinto en el que los espíritus
quedarían atrapados, desorientados y, lo más importante, lejos de ella.
Cabe preguntarse cómo era la vida cotidiana de
Sarah. Pues, las crónicas nos cuentan que su día a día estaba centrado en la
eterna obra, poco más. Sus necesidades básicas estaban totalmente cubiertas por
el personal de servicio. En los pocos momentos de asueto de que disponía, tocaba
el piano. Durante varios años, entre 1.888 y 1903 vivió con ella su sobrina
Marion Merriman, conocida como Daisy, y por la que sentía un afecto especial.
Pero, una vez que Daisy se marchó para casarse con Frederick Marriott Jr.,
Sarah se aisló más aún si cabe del mundo exterior.
Un suceso inesperado sacudió literalmente la
Mansión Winchester en abril del año 1.906, fue el terrorífico terremoto de San
Francisco. Los efectos en la zona fueron devastadores: miles de muertos,
decenas de miles de viviendas arrasadas. También la mansión sufrió serios
daños. Las tres plantas superiores de la casa se vinieron abajo, reduciéndose
la altura a cuatro pisos. Varias de las cúpulas y las torres cayeron por
completo. ¿Era un castigo de los espíritus atormentados que poblaban la casa? Tal
vez, pero a pesar de este golpe, Sarah no se rindió y prosiguió con las obras
de la casa.
Hay un dato que yo desconocía y que descubrí
gracias a la página oficial de la Mansión Winchester; según nos cuentan aquí,
Sarah no vivió siempre en la casa, ya que en el año 1.910 compró una vivienda
en la pequeña localidad de Athernon, cerca de su hermana Isabelle y de su
querida sobrina Daisy, y próxima a la mansión. No es que abandonara su proyecto
vital, pues las obras siguieron a su habitual ritmo, pero si que parece que
alternó su estancia en ambas casas. La idea que yo tenía es que siempre vivió
en la Mansión Winchester y que cada noche dormía en una habitación distinta (de
las 160 que se construyeron), para que los espíritus no lograran encontrarla.
El 5 de septiembre de 1.922, Sarah falleció
mientras dormía. Fue entonces cuando las obras cesaron de forma definitiva. Su
sobrina, Daisy, heredó sus objetos personales, más una cantidad de dinero y un
fondo vitalicio. De acuerdo con el testamento de Sarah, se dividió su
patrimonio, que aunque había menguado bastante por la faraónica construcción,
seguía siendo elevado, entre varias organizaciones benéficas y su fiel personal
de servicio. La Mansión Winchester fue vendida en subasta y los terrenos
colindantes divididos. Poco tiempo después, fue abierta al público y, con los
años, se han ido incorporando nuevas atracciones para que el interés por la
casa no decaiga.
A día de hoy, la Mansión Winchester sigue
siendo un misterio, ¿cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda? ¿Perdió Sarah la
cordura tras las dolorosas pérdidas de su hijita y su marido y la absurda
construcción fue una vía de escape al sufrimiento? Se nos dice que en una
edificación de semejantes dimensiones, equipada con todo tipo de comodidades y
lujosamente amueblada, solo había un par de espejos, tal vez por miedo a que
fueran puertas dimensionales por las que pudieran salir los espíritus y alcanzarla.
¿Son delirios de una mente enferma o realmente en la casa se produjeron sucesos
que empujaron a su propietaria a protegerse de una manera tan incomprensible
para el resto de los mortales?
En su día la casa tenía fama de encantada y
hoy ese es precisamente uno de sus mayores atractivos para ser visitada, junto
con su fantasiosa distribución, por supuesto. En realidad, los fenómenos
sobrenaturales entran dentro de lo habitual en estos casos: sonidos de pasos,
ventanas y puertas que golpean, zonas en las que la temperatura cae
bruscamente, visitantes y personal del complejo que aseguran haber tenido
encuentros con entidades…
A principios de este año (2018) se estrenó una
película sobre la Mansión Winchester, centrándose especialmente en la época en
la que se produjo el terremoto de San Francisco. A pesar de estar interpretada
por una actriz tan premiada y famosa como Helen Mirren, no tuvo unas críticas
demasiado favorables. Se titula “Winchester” pero aquí en España, con esa
incomprensible manía de traducir los títulos alargándolos hasta el infinito y
un poco más allá, se rebautizó como: “Winchester. La casa que construyeron los
espíritus”. En la próxima entrega de la sección Pasarlo de Miedo comentaré la
película y aprovecharé para dar mi opinión sobre Sarah y la Mansión Winchester.
Es una historia muy interesante, me gusta mucho.
ResponderEliminarHola,Lacayocpa, a mi también me lo parece; tal vez es algo triste, pero ocurrió y ahí está la casa como la prueba tangible de ello. Si no la conoces, tal vez te interese la película que se hizo hace dos años basada en esta historia, te dejo el enlace de la reseña: https://lapuertadeltarot.blogspot.com/2019/03/winchester-la-casa-que-construyeron-los.html
EliminarUn saludo y gracias por tu visita