Una de las cuestiones que crea más debate entre las personas que estudiamos y leemos el Tarot es la conveniencia o no de hacer lecturas a una persona que no está presente. Hay dos corrientes opuestas entre sí: a favor y en contra. Siempre se han hecho, de eso no hay duda. No me refiero a la persona que acude a que le lean las cartas y durante la consulta aprovecha para hacer alguna pregunta concreta del tipo: ¿qué tal le va a ir en el examen del miércoles a mi hijo? O ¿se va a casar mi amiga Rosalía con Pepe? Me refiero a hacer una lectura completa a una persona que no está presente de forma física.
Con las nuevas tecnologías, esta práctica ha crecido de una manera exponencial. Es muy frecuente realizar tiradas vía teléfono, por carta ordinaria (cada vez menos), por correo electrónico (cada vez más), Messenger, etc. En unos casos la tirada es en directo y, gracias a las webcams incluso se pueden ver las caras consultante y lector, aunque uno esté en Las Bahamas y el otro en Groenlandia. Pero también, y este es el meollo de la cuestión, se puede encargar una tirada y el tarotista la realiza cuando cree oportuno remitiendo sus resultados al consultante después por el medio que éste elija.