En 1968 George A. Romero era un joven aficionado al cine totalmente desconocido. Su afición le llevó a rodar una película, casi podríamos denominarla como casera, con muy pocos medios. Él mismo se encargó de la dirección, la fotografía e incluso el guión, este último en colaboración con John A. Russo.
Se trataba de una historia de zombies, muertos que vuelven a la vida con unas ansias carnívoras estremecedoras. La película se tituló: “La noche de los muertos vivientes” y con el tiempo se ha convertido en un auténtico clásico del género. Los actores eran, en su mayoría, aficionados, sobre todo amigos y familiares. Como anécdota se puede decir que los extras que hicieron de zombies cobraron la simbólica cifra de 1 dólar.