A principios del año 1.793, el rey Luis XVI murió en la guillotina, pocos meses después, su esposa María Antonieta correría la misma suerte. La revolución francesa estaba en pleno apogeo y la familia real había sido encarcelada y, en parte, ajusticiada. Durante un tiempo, mientras se tomaba una decisión sobre su futuro, el heredero al trono (delfín) Luis Carlos permaneció encerrado en la torre del Temple. Tenía tan sólo diez años de edad cuando, un año y medio después de su prisión, se anunció su fallecimiento.
Al menos cinco personas atestiguaron que se trataba del Delfín, una vez visto el cadáver, curiosamente ninguna de ellas había conocido al niño en vida; así que realmente su testimonio carecía de validez, simplemente habían visto un cadáver. En la prisión se encontraba su hermana, pero no se permitió que viera el cuerpo del supuesto Delfín. Su corazón fue extirpado y tuvo varios propietarios; actualmente se encuentra en la Basílica de Saint-Denis.