Retomemos los ejercicios con los Arcanos. Aunque es importante conocer las posibles causas de la mala o nula comunicación con ellos, también es bueno practicar distintos métodos de acercamiento. Somos distintos, no hay dos personas exactamente iguales y lo que vale para unas personas, para otras no. Por ejemplo, hay personas que sienten una afinidad especial por los ejercicios de meditación pasiva, es decir, meditaciones en las que ellos no participan activamente, simplemente se dejan llevar y se crean una situación especial de expectación para recibir mensajes, sensaciones, etc.
En cambio, otras personas prefieren las meditaciones más activas, se sienten mejor actuando en el ejercicio, necesitan hacer cosas y, en cierto modo, ser quien dirige el ejercicio y ser ellos mismos quienes busquen las respuestas, convirtiéndose así en actores, en contraposición con la posición de receptores de la versión más pasiva. Son conceptos muy válidos ambos, ninguno de ellos es mejor que el otro, son simplemente vías distintas para un mismo fin.
Luego está un grupo bastante numeroso de gente, en el que yo me incluyo, que utiliza ambos tipos de orientación meditativa, según el caso y el momento. Esta es una opción más, tan válida como las otras. Lo fundamental es que, se elija el tipo que se elija, la persona se sienta a gusto y relajada realizando el ejercicio. Si existe tensión, la mente se evade constantemente y no somos capaces de centrarnos en lo que estamos haciendo, inevitablemente sucede alguna de las cosas de las que ya hemos hablado en otras entradas. Aunque lo más normal es que fallemos en la primera etapa del ejercicio: la relajación física y mental.
Hoy voy a hablar de un ejercicio al que podemos dar dos vertientes: una más pasiva y otra más activa. Vamos a ser el Arcano, algo que requiere toda nuestra concentración y esfuerzo, puesto que, bien realizados, estos ejercicios son tremendamente fructíferos, nada menos que vamos a “introducirnos literalmente” en el Arcano, vamos a encarnar sus cualidades arquetípicas, vamos a ser “él”. Por eso es muy importante una preparación extra previa que es, ni más ni menos, que familiarizarnos a fondo con los significados de la carta.
Sería muy deseable también, haber estudiado previamente su simbología, puesto que vamos a ser protagonistas absolutos del cuadro que representa la carta. No es aconsejable hacer este ejercicio sin tener, como mínimo, unos conocimientos medios de los Arcanos. En el estudio y trabajo de los Arcanos no existen reglas fijas, pero un cierto orden facilita el trabajo bastante. Vayamos sin más dilación al ejercicio y hoy trabajaremos con la vertiente pasiva del mismo.
Antes de seguir me gustaría aclarar que no es obligatorio seguir un orden establecido para trabajar con cada una de las cartas; mi mente capricorniana me lleva a buscar siempre un orden concreto, así que yo los ejercicios meditativos los comienzo por la carta del Loco para después proseguir en orden numérico: Mago, Papisa, etc. Por supuesto no todo el mundo comparte este afán por lo metódico y prefiere seguir una secuencia distinta: por preferencia de cartas, aleatoriamente, según las necesidades de cada momento, una corazonada… Las posibilidades son infinitas, cada uno que elija la que más le guste.
Empezamos con la preparación habitual. Doy por sentado que conocemos los significados de las cartas. Como ejemplo vamos a tomar la carta del Mundo, más que nada por variar. Lo primero será esa introducción al estado óptimo para la meditación que ya conocemos: ambiente en consonancia con el ejercicio que vamos a realizar, relajación física y mental y, una vez que nos encontramos armonizados y receptivos, empezamos nuestra experiencia.
Durante uno minutos observaremos la carta con la que vamos a trabajar, en este caso el Mundo, sin forzar la vista, nos limitamos a mirar primero la carta en general, después vamos a centrar nuestra atención en el personaje central que vamos a encarnar, en este caso la figura principal, el danzante hermafrodita. En nuestra mente solamente debe existir una idea: yo soy esta figura. Cuando nos sintamos preparados, vamos a introducirnos en el mundo del Tarot, por lo tanto nos vemos avanzando hacia la carta en cuestión, el Mundo.
La carta, a medida que nos vamos acercando a ella, va adquiriendo un tamaño natural, hemos de sentirla como una puerta a otro mundo distinto al que habitualmente nos acoge, pero además, y aquí viene el mayor esfuerzo, en el momento que traspasemos el umbral de la carta, debemos deshacernos de nuestra personalidad habitual, ya no soy Fulanito o Menganito, soy el danzante del Mundo. Nuestra identidad debe quedarse fuera, es muy importante esta separación. Es dejar el Ego fuera del recinto, para que nuestro Yo auténtico encarne una de sus múltiples facetas, en este caso, las energías que representa el Mundo.
No está de más pedir permiso a la figura del danzante para lo que vas a hacer. No hace falta un discurso abrumador y elaborado, mejor unas pocas palabras de tu propia cosecha, sentidas y sinceras. Una vez dentro de la carta, hemos de penetrar en la figura, no ver la figura o intuirla, hay que SER la figura. Tenemos que sentir nuestra desnudez, observar la inmensa corona de laurel que nos rodea, resulta un ejercicio de concentración muy duro, pero hemos de ver a través de los ojos del danzante. Para que nos entendamos, el efecto sería el mismo que se experimenta viendo una película en la que la cámara es la mirada del protagonista, lo que suele llamarse primera persona. Si mueves tus manos puedes verlas, o tus pies, pero no tu cara, a no ser que te mires en un espejo. Ese es exactamente el efecto buscado.
Quienes nunca hayan hecho ejercicios de visualización, tal vez tengan dificultades. No estaría de más aprender primero a visualizar cosas más sencillas como preparación previa a estos ejercicios, pero no quiere decir que no se puedan realizar si no se ha visualizado nunca, es sólo que cuesta mucho más trabajo y el esfuerzo adicional puede hacer que se pierdan fuerzas en lo realmente importante.
Una vez que ya eres la figura, que te sientes la figura, abre bien los ojos y los oídos, trata de captar todo lo que pasa en el ámbito de la carta. Quizás los primeros intentos resulten un tanto frustrantes, porque es muy normal que no pase absolutamente nada y puedes sentir que estás haciendo el tonto con tu pañito morado tapando tus partes pudendas, en suspensión dentro de una corona de laurel, a su vez suspendida dentro de una carta de Tarot… ¡totalmente absurdo! No te lo tomes a mal, al principio cuesta, pero la insistencia acaba dando sus frutos; con un poco de empeño y voluntad, acabarán pasando cosas interesantes ante tus ojos.
Pero en este ejercicio hay una condición imprescindible: No intervenir. Pase lo que pase, toma nota mentalmente si quieres, pero nada más. No trates de participar en la acción que se desarrolle ante tus ojos, ni comentes, trata por todos los medios, y esto sí que es muy difícil, de no racionalizar lo que veas, por muchas ganas que tengas procura no empezar a sacar deducciones antes de tiempo, eso déjalo para luego, para el momento en que regreses a tu estado de conciencia habitual.
Hay varias razones para esto, la primera es que se trata de adoptar una actitud pasiva en todos los ámbitos: no pienses, no sientas, no hables. Otra es que se te van a presentar situaciones que podrían parecer descabelladas a tu conciencia habitual, pero en muchos casos, bajo la aparente absurdez, se esconde toda una simbología que te afecta a tí personalmente; tu subconsciente sí entiende esos mensajes, pero tu consciente no, y este último no puede evitar tratar de racionalizar todo aquello que ve, oye y siente. El pobrecito consciente aún no se ha enterado de que el lenguaje del Tarot es demasiado profundo para él, y cuando intenta traducir sus mensajes, acaba tergiversando todo.
Así que, deja que sucedan cosas, que las figuras que puedan aparecer digan y hagan lo que quieran. Observa y calla. Podría pasar que las otras figuras del Mundo empiecen a hacer cosas, puede que delante de tus ojos de danzante se desarrolle una conversación entre el Buey y el Águila, por poner un ejemplo. Puede que aparezcan símbolos que se relacionan con los significados tradicionales de la carta, en este caso podrías ver símbolos que representan para ti el éxito, la consecución de logros, la expansión, etc.
Tal vez aparezcan ante ti figuras que no tienen que ver con esta carta en concreto, puede que veas actuar al Diablo, o tal vez al Papa; también puede pasar que lo que veas no guarde ninguna relación con el Tarot, quizás personas que forman o en su día formaron parte de tu vida, irrumpan en la escena. O que veas completos desconocidos, o símbolos, o números, o sonidos, o colores… Las experiencias posibles son ilimitadas, no rechaces nada de lo que suceda aunque no lo entiendas. Con el tiempo, seguro que todo adquirirá un sentido pleno para ti, cuando estés preparado, ni antes ni después.
Cuando consideres que la experiencia debe finalizar, siente que “abandonas” al danzante, mentalmente da las gracias por lo que has vivido (aunque no haya pasado nada en esta ocasión) y sal lentamente de la carta, sin prisa, sigue un ritmo pausado, que te haga ir tomando consciencia de que vas abandonando la personalidad del danzante para ser tú de nuevo. Ve poco a poco “aterrizando” en el mundo habitual como sabes hacerlo, nunca fuerces el paso de un nivel de consciencia a otro. En cámara lenta y con mucha suavidad.
Entonces es cuando puedes analizar la experiencia y qué puede significar para ti, toma notas y consulta libros si es preciso, habrá detalles que no logres entender y tal vez eso te desespere, no dejes que eso ocurra, hay veces que se nos muestran cosas que aún no estamos preparados para comprender, pero son mensajes que nos han sido dados y por algo será, así que anótalos y, en el momento oportuno, lo entenderás.
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