Si el Ocho de Oros mostraba el trabajo, el Nueve de Oros representaba el disfrute de la ganancia que produce el trabajo, ahora llega el estado de plenitud con el Diez de Oros. Haciendo una comparación con el recorrido de la vida humana, sería la etapa correspondiente a la vejez, cuando ya sólo queda deleitarse con todos los frutos conseguidos después de mucho trabajo y grandes sufrimientos. Es el momento de apartarse a un lado y contemplar lo que se ha legado al mundo.
Esta idea está recogida perfectamente en la iconografía de esta carta. En primer término llama la atención la disposición de los pentáculos, forman el diagrama del Árbol de la Vida, cada uno de ellos es una de las diez Sephirot que componen la figura. Nos dice que se ha conseguido la realización plena en el mundo material. Y esta consecución la refleja el personaje principal de esta carta que, aunque parece que está escondido, en el fondo lo que hace es apartarse para observar con mejor perspectiva.
Efectivamente, la figura representa un anciano, con ropas elegantes, está en un rincón sentado, ataviado con ricos ropajes en una estancia adornada con escudos, esto nos da la idea de que el señor es alguien que ha conseguido todo en esta vida en la faceta material: riquezas, cómoda casa, honores, posición social, etc. A sus pies unos perros blancos, la fidelidad del animal combinada con la pureza del color blanco. Ellos son los únicos que parecen hacerle caso, tal vez porque reconocen la sabiduría que desprende.
Nuestro personaje observa la escena que se desarrolla en el exterior: una pareja conversa animadamente, mientras un niño asoma entre los ropajes de la mujer. Sin duda, otra de las aportaciones del anciano ha sido su familia, él se aparta voluntariamente, de forma discreta a un segundo plano para dejar que ahora sean solamente ellos los protagonistas. El anciano es sabio y reconoce los ciclos de la vida, él ha tenido su momento de plenitud y ahora, en su decadencia, deja paso a la juventud.
La pareja habla de sus cosas, el hombre (lo activo – la consciencia) da la espalda al anciano, en cambio la mujer (lo pasivo – la subconsciencia) está de frente, pero parece tan embebida por la conversación del hombre, que no ve al anciano. Y es que hay veces en las que el discurso de nuestra consciencia atrae por completo la atención de nuestra subconsciencia.
Curiosamente él viste un manto azul que remite a la parte más emocional y ella, en cambio, lleva uno rojo que hace referencia a lo activo y vital, constituyen ambos una especie de yin-yang de tamaño humano, que habla de lo bien que se complementan y lo centrados que están en ellos mismos.
Pero si seguimos la mirada del anciano, parece que no mira a la pareja, sino más bien al pequeño niño que aparece tras los ropajes de la mujer, que suponemos su madre. Si bien el niño no mira al anciano, que perfectamente podemos pensar que es su abuelo, su atención está centrada por completo en los perros, incluso una de sus manitas parece tocar a uno de los animales. El niño, que aún está en esa etapa vital de la pureza y la inocencia, es el único que se siente intrigado por la blancura (pureza) de los perros, ¿tal vez se está preguntando qué miran los perros con tanto interés? ¿intuye la presencia de alguien más?.
Tal vez el anciano reconoce en el niño la promesa de la continuidad de su propia vida a través de él, el anciano no morirá del todo puesto que algo de él residirá en el niño. Esta es la herencia que todos recibimos de nuestros mayores, por eso, aunque mueran físicamente, una parte de ellos seguirá viva en sus descendientes. Esta carta es muy material, aunque es muy curioso ver como en ella se representa un símbolo ocultista de una forma totalmente clara y evidente, como es ese Árbol de la Vida. En otras cartas la simbología aparece mucho más velada.
Muchas personas han visto en la figura del anciano a un mago que, con los años, ha aprendido a dominar el mundo de la materia y a obtener sus beneficios. La idea es interesante y esa especie de manto adornado con simbología esotérica podría afirmar esa sugerencia, los racimos de uvas recalcan la idea de la prosperidad material.
Recordemos que el Diez es un número rotundo, que nos habla del final de un ciclo, pero ya sabemos que un ciclo termina solamente para dar comienzo a uno nuevo. El Diez de Oros es la culminación del palo de Oros, en la parte numeral (aún nos quedan las figuras de Corte).
Por último, no estaría de más pensar que cuando se consiguen las metas exclusivamente materiales, llega la pregunta inevitable: “¿Y ahora qué?”. De pronto entendemos que lo material no es todo como habíamos creído, y la insatisfacción, esa sensación de carencia que no acabamos de explicarnos, se apodera de nosotros. Por eso, habrá que hacer el recorrido de búsqueda a través de los otros palos de la baraja, para no dejar fuera ninguna de las posibilidades.
Significados generales: Riqueza, buena situación, estabilidad material. Condición acomodada. Apoyos sólidos y serios, especialmente en la esfera profesional. Un avance importante en la carrera; los esfuerzos se ven compensados.
Rentas familiares, donaciones. Jubilación remunerada. Es la carta de la familia, de los antepasados, de las herencias familiares (no solo económicas: puede tratarse de fotos, libros, vestidos, casas, joyas, recuerdos…).
Invertida: Alguien que no se siente feliz, a pesar de su buena posición. Incapacidad de disfrutar de lo que se tiene. La restricción que en lo personal supone la riqueza material. Problemas familiares por temas económicos, por herencias o temas que atañen a la familia.
Litigios, despilfarro. Reveses por ambición desmesurada.
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